Darío Mollá
Recibí una invitación de un pobre invitándome a su mesa el día de Navidad. Es lo contrario de aquello de “por Navidad siente un pobre en su mesa”… Una invitación que me ha hecho pensar y que, unida a otras experiencias vividas estos últimos días, me lleva a compartir unas reflexiones.
La primera, quizá la más elemental, pero no innecesaria (creo), es recordar que lo de “los pobres” no puede ser simplemente un mantra de obligado cumplimiento, ni un tópico de determinados ambientes, ni un discurso… Son personas. Y es la realidad de las personas, con sus mil matices, con sus blancos y sus negros, con todo aquello que te sorprende y todo aquello que te enoja, la que cuestiona, ilumina, transforma y habla del evangelio y de Dios sin palabra y sin discurso prefabricado.
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