Principio de la buena noticia... El comienzo del evangelio de Marcos nos plantea una cuestión central de nuestra vida cristiana: ¿es Jesucristo buena noticia para cada uno de nosotros? No una costumbre, ni una fe heredada que no se ha convertido en opción personal, sino una relación que está en el centro de nuestra existencia, un tesoro que hemos encontrado gratuitamente, una suerte maravillosa que nos llena de alegría. Estamos a tiempo: es el principio...
Esa buena noticia la siguen anunciando hoy los que expresan con sus vidas y a veces con sus palabras la misma pasión y el mismo fuego que incendió la vida de Juan Bautista.
Nos recuerdan que quienes hemos recibido en el bautismo la unción profética, tenemos la tarea de consolar, reconciliar, enderezar lo torcido, allanar lo sinuoso y “ver la belleza de nuestro Dios”. ¿Dónde acudiremos para descubrirla? Porque es verdad que resplandece en la hermosura de la creación y en las maravillas de que es capaz el ser humano, hecho a su imagen y semejanza, pero el desafío está en descubrirla también en los “lugares de abajo”, allí donde campean la oscuridad, la enfermedad, la pobreza o la muerte.
El Evangelio invita a recibir revelación y consuelo precisamente en esos lugares, a hacer la experiencia de que la belleza y la bondad de Dios residen también ahí y que nos toca ahora a nosotros prolongar esa belleza en nuestro mundo y dejar en él un rastro de sanación, plenitud y alegría.
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