Dejo las parroquias en las que estoy y me jubilo.
Muchas personas me insisten en que siga. Pero me lo he pensado mucho. Me jubilo porque las fuerzas se van debilitando, porque no acierto a encontrarme con los niños y los jóvenes. Porque experimento mi debilidad.
Porque no acierto a crear parroquias evangélicas ilusionantes. No consigo crear unas comunidades de nuevo estilo, acompañadas por unas unidades pastorales. Siento que yo solo difícilmente puedo acompañar a cristianos que vivan en comunidad cristiana zonal.
Siempre he pensado que a cierta edad es bueno retirarse. No entiendo –lo respeto y admiro– que los papas, ciertos obispos y curas- sigan aún con muchos años.
La iglesia necesita savia nueva, ideas nuevas, planteamientos nuevos. Y eso es más fácil que venga de personas jóvenes. A veces experimentamos el milagro de personas mayores con estilos nuevos evangélicos que renuevan la Iglesia.
Sueño con una iglesia en la que los seglares –ellos y ellas– participen activamente, como animadores en la comunidad parroquial. ¿No es posible que haya curas casados, que las mujeres sean sacerdotisas, que los curas casados puedan volver a ejercer su ministerio? Tratamos de estirar todo lo posible la acción pastoral de los curas, muchas veces cargados de parroquias y cuyo trabajo se disminuye al tener que celebrar tantas eucaristías.
Es cierto que los mayores tenemos una misión en la comunidad cristiana, sobre todo siendo testigos de esperanza y renovación, pero sobre todo, apoyando a los más jóvenes y siendo un poco como el senado de la comunidad.
Tenemos tiempo de reflexión sobre la vida y el evangelio y ofrecer humildemente esa visión a las nuevas generaciones.
Tantos años de cura, he hecho a bastantes personas a mi imagen y semejanza. Quiero que sean libres y encuentren su forma de vivir el evangelio personalmente en comunidad.
Puedo ofrecer mi esperanza, mi experiencia, mis horizontes y algo muy importante, como el anciano Simeón, esperar activamente la venida del Señor.
No me rindo ante las vivencias más tradicionales que percibo en las comunidades, pero soy libre para poderlas ofrecer, sin los grilletes de la costumbre y de la obligación y de las estructuras eclesiásticas. El evangelio hoy y aquí. La personas de Jesús vivo.
Me siento más libre para vivir con grupos mi fe y mi seguimiento de Jesús, colaborando consciente con el trabajo ante la marginación.
Siento la posibilidad de irme retirando, preparando el encuentro con Jesús. Soy consciente de que me llega el tiempo de vivir a fondo lo que he predicado. Y vivirlo desde el aminoramiento, desde la debilidad. Porque entonces voy a ser fuerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario