El primer encanto de la vida es servir a la humanidad (Luigi Cherubini en Les deux journées)
26 de noviembre, Festividad de Cristo Rey.
Mt 25, 31-46
Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis
El gran filósofo griego Aristóteles defendía que el hombre debía tener como gran objetivo la práctica del bien, pues solamente adoptando esta conducta tendría una vida virtuosa y, consecuentemente, feliz. Su ética era fundamentalmente humana y de carácter social, vertida desde el interior hacia el exterior. Una visión socio-teológica que él consideraba clave en el comportamiento de los hombres para el logro de su felicidad. Idea que condensaba en estas palabras: “El desarrollo de los potenciales personales en el contexto de una vida equilibrada puede convertirse en la llave del bienestar”.
Así lo reconoció san Pablo en el discurso de despedida a los efesios, en uno de sus viajes apostólicos: “Más felicidad hay en dar que en recibir”, les dijo (Hch 20, 35). No podía ser de otro modo, dado el espíritu de caridad reinante en las primeras comunidades cristianas. En aquellos años iniciales no se utiliza aún el vocablo “iglesia”. El término comunidad era “los hermanos”. Se les reconocía por lo que era su dimensión más característica: su sentido de la fraternidad. Pedro recuerda que esto fue lo que hizo Jesús: “Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, porque Dios estaba con él” (Hch, 10, 38).
Los “cristianos” (Nombre de fecha tardía aplicado a los seguidores de Jesús) saben y entienden cómo aplicar en su dimensión humanitaria la doctrina del Maestro: “Todos los que iban creyendo abrigaban el mismo propósito y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y lo repartían entre todos según la necesidad de cada uno” (Hch 2, 44)
Los investigadores han podido demostrar que nuestro bienestar no depende únicamente de nuestra actividad, sino también del hecho de estar presentes o no a lo que hagamos. El teólogo suizo Hans Küng lo expresa en su obra Un nuevo mundo ahora, en estos términos: “El despertar espiritual no es ya una opción sino una necesidad, si queremos que la humanidad y el planeta sobrevivan” (Sin olvidar aquello de que cambiar el mundo significa transformarse a sí mismo para servir mejor a los demás).
Esta conducta de compromiso hacia los otros se hace palmaria en el Evangelio. La doctrina de Jesús se centra en el servicio caritativo al prójimo y, en particular, a los más débiles y más necesitados. Quienes así hacen serán los más dignos del Reino, porque: “Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).
Como ejemplo reciente de este comportamiento altruista podemos presentar, entre tantas otras, la figura del británico Nicholas Winton (1909-2015), filántropo hebreo, banquero de profesión, que salvó a casi 700 niños judíos de la muerte a manos de los nazis en 1939; hecho ampliamente reconocido por la sociedad. La reina Isabel II le nombró en 1993 Miembro del Imperio; en diciembre de 2002 le condecoró con el título de Caballero por sus servicios a la Humanidad y, en 2010, el Gobierno británico le concedió además la medalla de Héroe del Holocausto. Tiene un monumento escultórico
en la estación principal de ferrocarril de Praga.
El coro final de la ópera Les deux journées, del compositor italiano Luigi Cherubini (1760-1842), expresó con satisfacción la idea del servicio: “El primer encanto de la vida es servir a la humanidad”.
LA ALONDRA, UNA MANERA DE PENSAR
Soñé también que alondra era
sobre la era de un pueblo castellano.
Un punto allá en el cielo,
bendiciendo trigales con sus versos.
Los labriegos buscaban su cantar
y su figura en las alturas.
Mas sólo la veían las miradas
comprometidas con lo que cantaba.
……………………….
Admirados un día se quedaron
todos los del pueblo.
“El Búho y la Alondra darán juntos
un extraño concierto”.
Se reunieron todos en la era,
que era un comunal espacio.
Actuaban el Búho Soliloquio
y la Alondra del pueblo castellano.
Entonaron celestiales ideas
Sembradas en besanas terrenales.
Les escucharon todos y aplaudieron,
porque lo que cantaron
¡era Forma de Vida para Todos!
También estaba Dios en el teatro.
(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)
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