¿Tú quieres saber cómo cambiar el mundo? Se hace actuando con respeto, cariño y amor (Película Noac)
29 de octubre. Domingo XXX del TO
Mt 22, 34-40
Éste es el precepto más importante, pero el segundo es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo.
Ya en el segundo libro del Pentateuco, Éxodo capítulo 22, advierte Yahvé que si explotan a las viudas y huérfanos, se encenderá su ira contra su Pueblo. Y en el segundo, Levítico 19, 1-8: “No serás vengativo ni guardarás rencor a tu propia gente. Amará a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. También en el quinto, Deuteronomio 6, 5 insiste con un enunciado similar al de Mt 22, 38-39: “Amarás al Señor, Tu Dios, con todo tu corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas”.
Jesús califica este mandato como el más importante. Y que implica escuchar su Palabra, pero una escucha que involucra todos los aspectos de la vida y que debe ser transmitida como fuerza de vida a las nuevas generaciones. Auguste Rodin comentaba la coreografía de Nijinski para la Siesta de un fauno en el periódico parisino Le Matin: “Entre la mímica y la plástica –Jesús, entre la palabra y los hechos– el acuerdo es absoluto; el cuerpo entero significa lo que quiere el espíritu; llega el carácter a fuerza de traducir el sentimiento que lo anima; tiene la belleza de los frescos y de la estatuaria antiguos; es el modelo según el que se desearía pintar y esculpir…”
El fundamento de la relación con Dios y con el prójimo es para Jesús el amor solidario. Desde una perspectiva cristiana, sin amor al prójimo no hay amor a Dios, ni se alcanza la justicia que proclama el Sermón de la Montaña. Habitualmente ignoramos el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Abrazando la pobreza, Jesús, impulsado por su amor solidario, no hizo otra cosa que compartir la vida de los pobres, a quienes de modo particular vino a anunciar la Buena Nueva.
Esta idea de la solidaridad la recalcó con énfasis el Papa Francisco en la breve entrevista insertada en la página web de Feadulta el pasado once de junio:
“A mí me ayuda no mirar las cosas desde el centro. Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, acá mismito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús. A mí me gustan más las cosas desde la periferia que desde el centro”. Y en su discurso de hace un par de semanas ante la FAO, anuncia la esperanza de un horizonte fraterno y pide a la cooperación internacional que conjugue “la categoría del amor” en sus actividades.
En la película estadounidense Noac (2014), dirigida por el judío Darren Aronofsky, se hace referencia a la necesidad de la implicación del acto amoroso en nuestros comportamientos. Le dice Dios a Noé, a propósito del desastre de diluvio: “¿Tú quieres saber cómo cambiar el mundo? Se hace actuando con respeto, cariño y amor”.
Los rabinos insistían en que todos los mandamientos eran importantes y que había que prestar una gran atención al cumplimiento de las observancias más leves. En cambio para Jesús, lo principal es el “Amarás al prójimo como a ti mismo” de Mt 22, 39 -no hay diferencia entre el amor que me tengo a mí y el que tengo a los demás-, y la satisfacción del hambre de los necesitados, aún a costa del sábado Mt 12, 1.
Como escribió Emilio Rodríguez, dominico compañero de Fray Marcos en la iglesia de Parquelagos, en su poema Universo, del libro Penúltimo cansancio (2016):
“La paloma
se lleva nuestra voz
a las montañas”.
Que todos la veamos, como señala el Texto, llevándola del Oriente al Ocaso a modo de bengalas.
LA PALOMA
Imagen de Paz te hizo Picasso.
Y yo te vi llevándola en tus alas
del Oriente al Ocaso
a modo de bengalas.
Los corazones fieros encristalas
para que el Sol les forje de ternura,
haciendo de fusiles y de balas
argumentos que sanen su locura.
Coronaste de Paz la sien del cielo
circunvalando su piel con olivos:
el Arca de Noé estaba segura.
A la sombra del calor de tu vuelo
los hijos de los hombres represivos
cambiaron por claveles su armadura.
(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)
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