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lunes, 21 de agosto de 2017

Por qué soy nacionalista


Jaime Richart, Antropólogo y jurista

Nacionalista y de izquierdas.
Empezamos por que la globalización de la economía y el libre mercado que vienen imponiendo en el mundo las te­orías económicas de Friedman y Stigler, pasan por privati­zar hasta el oxígeno que respiramos y están desangrando a mi país. Y esto viene sucediendo justo desde que se enso­ñereó de él una democracia de mínimos, falsa en mu­chos aspectos y atravesada precisamente por ese modo de entender la Economía aplicada y de practicar las econom­ías nacionales en occidente. En virtud de ello, el libre comer­cio mundial y su globalización, es decir, no poner puertas al campo comercial, se han apoderado del mundo asociados al disolvente de las finanzas que no reparten la riqueza ni los logros del desarrollo material; ni se preocu­pan de ello.
Ni es su cometido, pues la finalidad es concen­trar el dinero en las menores manos posibles agrupa­das por sectores y familias que o ya eran ricos o go­zan del favor de los ricos. Así es que si la mundialización por un lado y la focalización de los intereses por otro des­mantelan lo público, adelgazan el Estado, hacen del Es­tado un ente al servicio prioritario de los intereses privados perdiendo de ese modo el país soberanía nacional e independencia; si como consecuencia de ello el país en general se empobrece y se empobrecen los sectores productivos de su economía, cegando el futuro y las espe­ranzas en el mañana de nuestras jóvenes generaciones… ¡cómo no ser nacionalistas! ¡cómo no voy a ser naciona­lista! 
Pero imaginemos que no lo soy, que no somos nacionalistas, que somos apátridas, que somos poética­mente ciudadanos del mundo… ¿No vemos que habitamos un país que negando que sea nuestra patria acabará perte­neciendo a todos esos ladinos, propios y extraños, cuya única bandera es el dinero y están arrastrando al abismo al planeta? ¿No vemos los gobernantes de nuestro país, del que decimos no somos nacionalistas, mediocres o pésimos, incompetentes o ladrones, son a su vez títeres en manos de aquellos?  El internacionalismo es pertinente para la co­nexión entre los trabajadores del mundo en cuanto a que son agentes activos de la producción, pero ese nexo de unión no va más allá de lo moral porque no tiene elemen­tos que den homogeneidad a la masa del trabajo. Pero el internacionalismo del dinero, el monetarismo, son lo que forman la argamasa de los ricos salidos de la globalización y de las finanzas…
Catalunya se encuentra en plena aspiración de un pro­ceso de metamorfosis nacionalista como la larva se con­vierte en mariposa. Aunque el proceso no llegue a culmi­narse ¿acaso ese deseo mayoritario nacionalista en Cata­lunya no responde también a esa situación, a esa frustra­ción, aparte de su interés en constituirse en república a todo trance?
Yo, in pectore, para mis adentros, me atengo al dicho la­tino: ubi bene ibi patria, allá donde estoy bien está mi patria. Es cierto, mi patria es el mundo. Pero esto es en privado. Porque como ser social, como individuo que pertenece a una sociedad y ama a su ancho territorio, yo deseo para mi sociedad y los territorios que habita un proyecto colec­tivo nacional que se sacuda la depredación que padecen. Un proyecto que, tal como estamos viviendo la historia del presente, veo imposible. Pues la caricia de los encanta­mientos globalizadores a cargo de los desaprensivos y ma­leantes del mundo que actúan en España por dentro y desde fuera es como el espejuelo en la hipnosis, de modo que cuando queramos darnos cuenta España no sólo no podrá ofrecer a sus hijos un presente, tampoco un futuro.
En suma, soy nacionalista porque no quiero que se apode­ren de mi patria quienes sólo quieren explotarla en su provecho y apropiarse de nuestra riqueza. Soy naciona­lista, en fin, porque si el planeta es mi casa, España es mi estancia principal preferida y la quiero libre de saqueado­res, sean domésticos, sean extranjeros…

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