Fuí a la Montaña... miré, contemplé y escuché atentamente el mensaje que tiene para quien se acerca. Eso hice y volví más ligera de equipaje interior y más atenta a lo que permanece, lo que es verdadero, lo que no se compra ni se vende, lo que hace moverse en la vida con la agilidad de la corza que se cruzó en la carretera; miró y desapareció en la espesura de la noche en el bosque.
La Montaña tiene un algo interior que llamo: imán. Me acerca a su ser, pero en la distancia; me enseña lo que es permanecer; ese verbo tan desconocido en el mundo actual. Ahí está acogiendo impasible el flujo de las estaciones. Entregando lo que almacena en invierno convertido en torrenteras, cascadas, arroyos que convergen en un primer cauce, y se unirá a otros muchos hasta llegar a ser un inmenso y caudaloso río. Y me avergüenzo de lo que va sucediendo en el trayecto... La Creación canta, la Naturaleza danza: que no dejemos que ese canto y esa danza sean interrumpidos por los intereses del dinero y el consumo. Contemplo la montaña... y ríe con carcajadas de agua saltarina.
La naturaleza no es simétrica. Acoge la pluralidad, la diversidad, la complementariedad. Y en ese revoltijo que pudiera entenderse como el caos... ocurre todo lo contrario: la belleza de lo mínimo y lo extremo; la sinfonía del silencio sonoro y la palabra callada. El árbol, la flor, el animal, la cascada, el silbido, el baile de la polinización... ¡En el círculo de la Vida no hay simetría... gracias a Dios!
¡Qué pequeñas se quedan las fotos cuando se quiere capturar la inmensidad que ofrece la Naturaleza por mucha tecnología que nos permita acceder a los más recónditos rincones!
Volviendo a los mensajes de la Montaña. Pensaba en la mañana que no sé si me quedé "colgada" de algún pico... pero no, me he traído la Montaña y sigo en conversación con ella y con vosotros. Y ayer noche se unión también Victor Hugo, gran escritor y pensador, con un pensamiento suyo que encontré en un cuaderno y que va como anillo al dedo para este tiempo: “Produce una inmensa tristeza pensar que la Naturaleza habla mientras el género humano no escucha”.
No sólo no escuchamos, Victor, es que, además de sordos, somos ciegos que miran para otro lado, disimulando para seguir con un estilo de vida que es imposible: el consumo y el crecimiento sin medida a costa de lo que sea.
Gracias, Montaña, por dejarme estar en silencio, escuchando y respetando vuestra conversación, grabando interiormente las palabras de agua de las cascadas del deshielo y de los pájaros que cada mañana siguen anunciando: ¡Despierta, que ya está aquí el Sol; consiguió alcanzar la cima...! ¡Venga, levántate, contempla y agradece!
Que no olvide nunca el sabio mensaje de la Naturaleza que nos habla de sí misma y del Misterio que engloba la Creación entera.
Mari Paz López Santos
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