Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Ha pasado ya más de una semana que Religión Digital (RD) publicó la increíble y escandalosa noticia de la crítica que el arzobispo emérito de Madrid, pronunció contra el Papa en Murcia ante los seminaristas de esa diócesis. Según noticias fidedignas, éstos se asustaron y escandalizaron, y aun antes de terminar la charla, -¡el cardenal gallego rajó hasta media noche, de sobre mesa movida, sustanciosa, y muy caritativa!-, y, como decía, echaron mano de los móviles para comunicar al párroco de su pueblo lo que estaban oyendo y viviendo. Muchos, seguro, se tuvieron que restregar ojos y oídos para comprobar si se trataba de un evento real, o era, más bien, o mejor, peor, una alucinación.
Ya escribí en este blog comentando la noticia, con la prevención de avisar “si es cierto esto que nos cuenta RD”, por si acaso se trataba de una noticia mal contada, o exagerada. Pero la información se ha mantenido varios días en el portal cristiano, y nadie, que yo sepa, ha escrito o presentado ningún desmentido o reclamación. Pero tampoco hemos leído, u oído, que la CEE haya emitido un comunicado condenando, o recriminando fraternal, pero seria y gravemente, semejante comportamiento, escandaloso e impropio de cualquier fiel cristiano, y mucho más de un cardenal. Algunos de mis fieles que visitan RD estaban, en verdad, consternados, y compungidos, de que su obispo hasta hace poco tiempo mostrase tan poco respeto, y una opinión tan sesgada, unilateral, injusta y nada eclesial ni evangélica sobre el obispo de Roma, y su superior directo, encargado de sostener en la fe a sus hermanos obispos, sucesores de los apóstoles.
He citado con frecuencia en varios artículos de este blog, cuando se trata de discernir qué criterio hay que emplear para compaginar la prudencia que hay que emplear al verter opiniones negativas sobre alguien, y más si se trata de alguien revestido de dignidad, y el respeto y la propagación de la verdad, cuando de callar se derive un mal a terceros, como en el caso que nos ocupa, que saldría malparado el Papa de no contar las cosas con veracidad y sin falsas ideas del respeto. Y el criterio que siempre he citado sobre este asunto es el de la Sagrada Escritura, que tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento, (NT y AT) nos cuentan la historia si ocultar algo que podría resultar menos positivo para el sujeto en cuestión. No tenemos sino que acercarnos a los relatos que tienen como protagonista al rey David para comprobar que no ocultan nada porque sea más o menos abonador en su biografía. Nos narran sus pecados, adulterios, crímenes, caprichos y un largo etcétera de fallos y errores. ES verdad que también afirman de él, como no se ha dicho de toro personaje bíblico, que “tenía un corazón según Dios”.
Y el NT lo temeos más cerca. Los Evangelios no ocultan las terribles diatribas de Jesús contra las fuerzas vivas y despiadadas de Israel, los “sumos Sacerdotes”, (que equivalían al papa y a los cardenales de hoy), los jefes de los escribas, los senadores, los fariseos importantes, el rey Herodes, a quien llamó “zorro”, y en otras traducciones, “zorra”), etc. Pero la denuncia tremenda de Jesús era, siempre, para favorecer a los más pobres, a los publicanos, a las prostitutas, a los samaritanos, etc. Y si acudimos a los Hechos de los Apóstoles, donde se habla de “violentas discusiones y altercados”, o a las cartas de Pablo, quien no tiene reparo en reprochar el comportamiento engañoso de Pedro en su relación con los griegos de la comunidad de Antioquía, o en su defensa ante todos los apóstoles, (“he trabajado en la evangelización más que todos ellos”, algo que era verdad, cosa que no lo es en la afirmación de Rouco de que Juan Pablo II evangelizó más que los doce apóstoles, a no ser que el cardenal piense que los Papas evangelizan con solo viajar, entusiasmando la religiosidad crédula de las muchedumbres, y que su aparición es, de por sí, evangélica, algo que hay que demostrar con denuedo con los hechos, que no siempre responden a las exigencias de una evangelización liberadora). Y si eran verídicos y sinceros los evangelizadores de la Iglesia primitiva, no lo eran menos los redactores del Nuevo Testamento, que plasmaron en un libro sagrado las andanzas, reacciones, enfados, y pequeñeces de sus amados maestros, sin ocultar nada por miedo a escándalos, estos sí que serían fariseos.
En otro artículo afirmé que sería muy interesante, muy constructivo, y muy pedagógico, y decididamente pastoral, que los obispos realizaran sus asambleas plenarias, y sus reuniones de la permanente, etc., con cámaras, y que 13TV las transmitiera en directo. Nuestros queridos obispos lo serían mucho más, queridos , quiero decir, y. sobre todo, creíbles. Tal vez no puedan ni imaginar el paso de gigante que darían para ganar, de una vez por todas, las credibilidad de los fieles, que, en la actualidad, está por los suelos.
Y, por favor, salgan, públicamente, como fue el desacato del cardenal Rouco Varela, en defensa de Francisco, este sí, en la mente, la boca y el corazón de la inmensa mayoría de los fieles, un papa evangélico, sin dobleces, y con la palabra de la verdad, más fuerte que falsas prudencias. (Pero ¡de la verdad!, no de desencantos ni de decepciones).
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