(Santiago Panizo).- Una idea es un fruto sazonado y propio de lo más noble de condición humana; su producto-estrella. A la hora de la verdad, podrá ser una joya o quedarse en una simple lentejuela o baratija.
Una bandera es una seña o signo -vestido de colores- para representar algo. Las banderas valen por lo que significan.
Y una bandería es una facción que divide y separa; dejémoslo, en el mejor de los casos, en una etiqueta.
Para las ideas, respeto. Para las banderas, reconocimiento si lo que significan se lo merece. Y para las banderías, sospecha y dudas; y si rompen la convivencia o la sociedad, el desprecio que merece una de las más soberbias maldades.
Esta mañana he recibido un "washap". Porta una frase de Miquel Ensenyat que dice: "Soy de izquierdas porque soy católico. Una cosa es consecuencia de la otra". Como la idea de la frase hace tiempo me ronda, como un buen amigo, la mente y el alma, me dije al meditarla que su autor bien se merece lo mejor de mis reflexiones en esta feria pascual.
Es la pura verdad. Desde hace mucho, como digo, me ronda el alma la curiosa guerra de etiquetas que se traen -eviternamente, según parece- las llamadas "Derechas" y las llamadas "Izquierdas". Antaño, en su infancia, sólo fueron figuras de pura ubicación y asiento en la Asamblea nacional francesa cuando la Revolución de 1789. Unos, los jacobinos, ocuparon la izquierda del hemiciclo y los otros, los amantes o nostálgicos del Antiguo Régimen, la derecha. Es decir, hablando en "román paladino", cosa tan solo de culos y asientos. Culos y asientos a un lado o al otro de unas bancadas. Con el tiempo, los asientos se cargaron de ideas -buenas ideas a veces- o ideologías, muchas más veces, deletéreas o atrabiliarias-, y las etiquetas se quedaron, al final, como representantes absolutos de lo que iba dentro del paquete.
Y me ronda también por lo alto esa otra sandez según la cual las Izquierdas -por ADN- han de ser anticlericales y "comecuras", mientras las Derechas habrían de ser "meapilas" o proclives a la religión.
Como creo en la conciencia de los hombres, nunca me extrañó, por tanto, que algunos -de los que llama Galdós "hechos a medida" y no "fabricados en serie"- anden incómodos a la sombra y tiranía de las etiquetas, se rebelen dignamente y quieran romper con los estereotipos y las nomenclaturas para decidirse por el fondo de las cosas y no por sus apariencias en otro juego secular de farsas y farsantes.
Por eso, siempre que sale a la palestra una persona como este Miquel del "washap" de hoy, sueño -tal vez ingenua o estúpidamente- que la era de las "estatuas de sal", mitificada en la "mujer de Lot", tan querenciosa de Sodoma y Gomorra, va ya de retorno a sus cuarteles de invierno, y que Miquel representa la era de los "hombres nuevos", esos que, ante las etiquetas, dudan, sospechan y, antes de soltar un solo céntimo, se ocupan de percatarse bien de lo que lleva dentro. Y a eso sí, a lo que va dentro, visto y comprobado, o se le hacen los debidos honores o es echado a la basura.
Hace unos cuantos años publiqué en Día 7 -un semanario de mi diócesis de raíz- una serie de pequeños ensayos bajo esta rúbrica general: "Los católicos y las izquierdas". Más tarde, esos ensayos se recogieron en un libro del mismo título. Y recuerdo que para ese libro redacté un Preludio del que extraigo algunas de las ideas finales.
Quedan cosas que necesitan demitificarse porque son mitos falsos. De una vez por todas, hay que dejarse ya de "dar como supuesto y probado ese "topicazo insigne" de asimilar lo Católico con la Derecha política y desligarlo por completo y por sistema de la Izquierda también política como si se repelieran..."
Ha de quedarse fuera y por encima de los tópicos la gran verdad humana y cristiana "de que un ciudadano cualquiera que esté bautizado y sea católico, a la vez que es y se profesa de religión católica, puede ser lo que desee políticamente, de Derechas, de Izquierdas o neutro o de lo que más le guste. El de la política es un diferente plano del de la religión. Y para buscar y hallar el equilibrio no se ha de ir sólo de la mano de una etiquetas, sino de la mano de una voluntad libre y con una conciencia atraida por la verdad..."
"Es mi criterio. El que en estos tiempos que se dicen libres quiera seguir adorando las etiquetas o viviendo de ellas que se las haya él con sus decisiones personales. Pero es muy cierto que los "tópicos" y los "lugares comunes", aunque puedan tener algo de verdad, no son la verdad. Serán más bien simplificaciones muy próximas a las falsificaciones".
¿Mi frase del día? Hoy no debe ni puede ser otra que la de Miquel, prodigiosa frase no sólo por lo que revela de la persona que la pronuncia y vive, sino porque refleja la verdad. "Soy de izquierdas y soy católico. Una cosa es consecuencia de la otra".
Y como conozco y trato a bastantes socialistas que piensan, dicen y viven lo mismo que Miquel, adobo su frase con un pensamiento o argumento que suelo esbozar en casos así. Si Dios se hubiera hecho hombre en el s. XIX o el XX, sería muy amable con el socialismo, pero no con éste socialismo, el que profesan algunos de los que hoy se llaman socialistas en España.
Levantaría bandera de otro socialismo, el visible en el sermón de la Montaña, o en la compasión por el pueblo con hambre y sed, o en el amparo continuo de Jesús a los pobres, los niños, los enfermos. Y menos aún se mostraría partidario de un socialismo de bandería, en que las prédicas sociales, clasistas y excluyentes, tienen más que ver con los votos y el ansia de poder que con la razón y la verdad. ¿Acaso las Bienaventuranzas no encierran mayor contenido social que el más depurado "manifiesto" socialista?
Cristo -lo aseguro- no fue ni de Derechas ni de Izquierdas, porque nunca fue adalid ni de banderías ni de "partido" en el sentido excluyente de la palabra. El Viernes Santo veíamos que -al final-, cuando se ya estaba cumplido todo el programa del Evangelio, los cuatro brazos de la Cruz se quedaban solos, apuntando -en simbolismo magistral- hacia los cuatro puntos cardinales.
La "divine gauche", con que se ha querido idealizar esta proyección del pensamiento político moderno, adjetiva en las Izquierdas políticas unas raíces de selección que no se corresponden para nada con la fisonomía real de muchas Izquierdas de hoy. La frase e idea del "washap", que activan hoy mis reflexiones, pueden hacer que los viejos idealismos se levanten de sus cenizas, hasta madurar y ser frutos sazonados y propios de la condición humana, y no unas banderas al aire o, peor todavía, banderías disolventes de la sociedad.
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