Ya te he felicitado por toda tu vida. Ahora estás en los dimes y diretes a raíz del sí o no del título “honoris causa” por la facultad de Vitoria. Te lo decía. Yo creo que tienes el doctorado “vital amoris causa” a Jesús.
Pero es que no concibo un título de honor para ti. Lo que yo he descubierto y aprendido de ti y de tus libros es el mensaje de Jesus. Y ahí está “no os dejéis llamar padre, no os dejéis llamar señor”. “El más grande entre vosotros, sea vuestro servidor”. No me gusta que se concedan títulos u honores. Es más, me gustaría que en la iglesia estuviesen eliminadas todas esas condecoraciones.
Los grandes personajes pasan desapercibidos, generalmente más bien perseguidos.
Ya sé que esto no va a sonar bien, pero no me anima mucho cada vez que se declara a alguien santo, porque es el pueblo en su práctica, quien ve la realidad y admira a ciertas personas que nos estimulan a seguir a Jesús.
Ha habido distintas posturas a la hora de concederte el título o no. Es un detalle más del evangelio. Perdona si te comparo con Jesús: también andaban los jefes divididos a la hora de coronarle o de premiarle. Es algo muy humano: cada uno tenemos nuestros baremos…
Dar títulos es una forma de administrar el poder. Y de eso, cuanto menos, mejor. En medio de la poca claridad que existe (de autoridades a favor o en contra), prefiero tener un amigo que me ayudó a conocer a Jesús… y es que esa ayuda ha servido a miles de personas. La gran lección es pasar desapercibido.
Es mucho, ochenta años desayunando, comiendo y cenando con Jesús: sus hechos y dichos... Pues que sigas con Él y quede claro, que tus escritos y sobre todo tu vida, a mí me sirven.
Un gran abrazo. Y si quieres, meditamos estas cosas en torno a una meriendilla en la bodega.
Yo te concedo el título de amigo. ¿Lo aceptas?
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