Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Enviado a la página web de Redes Cristianas
¡Se hizo famosa ese lamento de uno, o de varios, autores de la “Generación del 98″ , !Me duele España”! Se referían a la tremenda decadencia, a la penosa descomposición que experimentaba nuestro país, visualizada dramáticamente con la pérdida de las últimas tierras de ultra mar. Hoy la situación no es tan vistosamente plástica, ni la calidad de vida de los españoles, en su conjunto, se parece, ni real, ni estadísticamente, a la negra, triste y dramática hecatombe social, de auténtica penuria económica, y decaimiento social que sufrían los habitantes de nuestra tierra a finales del siglo XIX. Sin embargo, y con todos los distingos, vivimos una época, exactamente, desde la última y sufrida investidura del presidente del Gobierno, en la que la situación socio-política la hemos ido viviendo a base de sucesivos sobresaltos. Tendencia que ha ido a más, creciendo cada semana, y que ha alcanzado en estos días una cuota insuperable, insufrible, atosigante, casi irrespirable. Y para no andar por las ramas, voy a ver si puedo concretar y señalar nítidamente, algunos de los episodios, ¡y son muchos, más de los que se puede ni siquiera reseñar! Pero lo intentaré.
1º) Una terrible injusticia, un infame atropello. Me refiero a la nota que ha publicado en estos días la APM, (Asociación de la prensa de Madrid), acusando al partido político Podemos, a su secretario general, Pablo Iglesias, y a personas de su entorno, de promover, hace ya un poco mas de un año, “una campaña sistematizada de acoso personal y en redes de Podemos a determinados periodistas, intentando controlar su trabajo y limitando así su independencia”. Como ha afirmado muy bien el director del Diario.es, cuyo nombre no recuerdo, cualquier ciudadano periodista, o no, solo puede tener miedo de alguien que tenga medios, poder y ocasión de hacerle daño, de causarle un mal, cosa que solo puede acontecer con personas con autoridad, que pueden despedir de un trabajo, o hacerle la vida imposible. Ni yo, no nadie con medio dedo de frente, no hace falta más, puede aceptar que periodistas, a los que suponemos mayores de edad, algunos bien metiditos en años, se asusten de los improperios que puedan recibir de políticos novatos, tanto o más jóvenes que ellos, y sin mando en plaza. A mí no me gustan nada los modos, ni las formas, ni el estilo, ni muchas cosas del contenido del partido Podemos. pero de haber atropello, y acoso, en mi condición de devorador de información, tengo más bien la opinión de que es al revés: de que la prensa “seria” madrileña, (lo de seria es, evidentemente, un decir, al comprobar la categoría de su Asociación) critica, agobia, acosa, y no deja en paz, ni desaprovecha la más mínima, y, a veces, ridícula ocasión, para meterse, muchas veces de modo inmisericorde, con el partido de los jóvenes podemitas.
En mi opinión, la APM se ha cubierto de infamia, y perdido gran parte de su credibilidad, retrotrayéndose a formas y usos inquisitoriales, cuando las denuncias no venían firmadas, ni sustentadas con argumentos, con día, fecha y substancias de las mismas. A mí me pasó con un obispo auxiliar, que me incriminó de algo que me desabonaba, de estricto rango pastoral, y de mi identificación, puesta en duda, con el Magisterio de la Iglesia. Le dije: “N…, si no me comunicas quien detectó mi especie de herejía, o de opinión desacertada, en mi(s) homilía (s), y presentó la denuncia, y el día y la hora en que las perpetré , voy a pensar que te lo inventas. No me quieras tratar como la Santa e inicua Inquisición” (sic). Si los periodistas afectados no se atreven a revelar su identidad, su denuncia puede convertirse en difamación anónima. No sé el sesgo político de la APM, pero todos sabemos las presiones, éstas reales, fuertes y localizadas, de ciertos políticos, y voy a citar dos, la señora Esperanza Aguirre, a la que he oído en directo despotricar, criticar y presionar a periodistas, concretamente de la sexta, y al actual portavoz parlamentario del PP, señor Rafael Hernando, acusando a la prensa de haber tratado a Rita Barberá como pim pam pum de feria, y de haber causado prácticamente su muerte a disgustos. Después, ante la conclusión de la autopsia de que la muerte de la política valenciana fue por cirrosis, ni los medios públicos nacionales, ni madrileños lo han informado, ni ese señor, desagradable tantas veces, no se ha disculpado de ningún modo. Y, por lo visto, la APM, tan rauda y célere para defender a sus pobres afiliados de las diatribas de Podemos, ni se enteró, y si lo hizo, no movió un dedo por los desmanes del poder hacia algunos, muchos, de sus asociados.
2º) Un resurgir de una derecha católica radical, y por eso, muy peligrosa. Destaca en este terreno la organización “Hazte oír”, que fue fundada en 2001, con el propósito de realizar recogida de firmas a través de Internet, sobre asuntos relacionados, sobre todo, con la familia y la educación, enfocados desde un punto de vista católico, que no quiere decir “cristiano”, y super conservador. HO, durante varios años, formó parte del Foro Español de la Familia, pero el 18 de octubre de 2009 se dio de baja por desavenencias mutuas. En mayo de 2013, por desgracia, fue declarada asociación de utilidad pública por el ministro de Interior Jorge Fernández Díaz, (PP), (el mismo que concedió una condecoración militar a la Virgen), lo que le proporciona beneficios fiscales y económicos, así como asistencia jurídica gratuita. Pues bien, esta ínclita asociación ha montado un lío tremendo en Madrid haciendo desfilar un autobús no solo crítico, sino condenatorio de la actual mentalidad, que se ha plasmado en las leyes, de libertad para la elección de la condición sexual de los llamados trans-sexuales. Mucho de éstos, y sus padres y parientes, y ciudadanos en general, han protestado, abucheado, y lamentado esa exhibición de intolerancia hacia personas de carne y hueso, como cualquiera de nosotros. A mí, de todo eso, lo que más me entristece y molesta es que lo hagan desde la perspectiva católica, como una especie de representantes de la quinta esencia de la verdadera, y única, antropología y moral católicas. ¡Qué pena!, que terrible pena y dolor. Y lo que ya nos duele, ¡a tantos!, es que algunos obispos se sumen a la campaña moralizadora de una asociación que parece no tener en cuenta más que sus ideas, trasnochadas y rancias, pero no las palabras del Señor. Como he leído en un artículo de un teólogo, “¿Alguien se podría imaginar a Jesús conduciendo ese autobús por las calles de nuestras ciudades?
(Continuará)
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