Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
En la bella tarde romana en la que Francisco apareció en el balcón del Vaticano como nuevo papa, éste sorprendió, sobre todo a los “entendidos” del Vaticano, con dos de sus salidas originales. La 1ª), una afirmación-información: No sé qué ha movido a los cardenales del Cónclave (la frase anterior no es literal, la siguiente, sí) “para ir a buscar un obispo de Roma al fin del mundo”. Salida original porque no dijo “el Papa”, sino el obispo de Roma. Sonó, incuestionablemente, a pura colegialidad conciliar, un concepto que, desde luego, no es el más agradable a los altos jerarcas vaticanos. Y es una pena, porque ese estilo de Gobierno en la Iglesia fue el escogido y seleccionado, sin discusión, por el Vaticano II. Y la 2ª), que no solo llamó la atención a los prelados vaticanos cercanos, sino que los molestó, fue cuando el Papa pidió al pueblo fiel que abarrotaba la plaza de San Pedro, que lo bendijera. El Papa, origen de toda bendición eclesial, ¿pidiendo al pueblo raso, (para el Concilio, “pueblo de Dios”) que lo bendijera? Este papa no es que se salte el protocolo, es que parece haberse vuelto loco.
Y con esta idea siguen algunos de los más altos capitostes vaticanos, o, por lo menos, así lo parece. Y lo malo es que esta opinión de grandes jerarcas llega hasta el pueblo fiel, ¡o no tan fiel!. El lunes de esta semana, en mi reunión bíblica semanal con señoras que se supone muy católicas, Francisco fue tildado de “populista”, ahora que está de moda esa apelación, tanto para Podemos, en España, como para Trump, en los EE.UU. de América del Norte. Así que les han debido de temblar las carnes al enterarse de que ese deseo que en la plaza de San Pedro se cumplió a una prudente distancia, se ha hecho realidad física y visual en la sala de audiencia del Vaticano Pablo VI, donde doce pobres y excluidos del mundo, doce nuevos apóstoles, representando a los seis mil (6.000) de su condición que llenaban la sala, a su vez en nombre de todos los pobres y excluidos del mundo, -entre los que cincuenta (50) de la parroquia San Antón, del padre Ángel, de Madrid-, bendijeron al Pontífice, tocando sus blancas ropas, sus manos, abrazándolo y besándolo, mientras el Papa, con los ojos cerrados, estaba al borde del llanto. (Como podemos ver en la fotografía).
El Papa no va de farol. algunas de las frases que pronunció con motivo de ese encuentro nos conmueven, nos denuncian, y nos hacen pensar, y pensarnos, seriamente, nuestra fe y nuestra lealtad al Evangelio. Como, por ejemplo: “Les pido perdón en nombre de los cristianos que no leen el Evangelio encontrando la pobreza en el centro”; “Sueñen que el mundo se puede cambiar”; “Sean hombres y mujeres con pasiones y sueños”; Dignidad, esa es la palabra. “; “Pobre sí, dominado no, explotado no”, … “pobres sí, esclavos no. La pobreza está en el corazón del Evangelio no para ser vivida. La esclavitud no está para ser vivida en el Evangelio, sino para ser liberada”.
Si a eso sumamos el grito de hace unos días, “Mientras no acabemos con el Capitalismo, que es la tiranía del dinero, el mundo no tiene solución”, palabras que duelen tanto a los ricos de bolsillo, y, sobre todo, ¡de corazón!, que no solo los escandalizan y las rechazan, como las de Jesús “en verdad, en verdad os digo que los ricos no tendrán vez en el Reino de Dios”, sino que las consideran absurdas, ofensivas e injustas; ¡aunque no lo digan! Así que la pobreza como centro de la Iglesia va, definitivamente, en serio. No la indigencia, ni la miseria, ni la esclavitud, que destruyen la dignidad. Sino la pobreza, el vivir al día, para todos los puedan hacer, que no solo no anula la dignidad, sino que la fundamenta y la hace resplandecer.
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