Tere Iribarren
Nadie lo ha expresado mejor que Albert Camus en su obra póstuma titulada El primer hombre. Camus vuelve a Argelia a la búsqueda de su infancia, “el había crecido en una pobreza desnuda como la muerte” (p. 61) en un barrio “como un cáncer aciago, exhibiendo sus ganglios de miseria y fealdad” y en “una familia en la que se hablaba poco, donde no se leía ni escribía, una madre desdichada y distraída” (p. 33).
Cuando buscaba su infancia, Albert Camus se encuentra con la figura del maestro, “uno de esos seres que justifican el mundo, que ayudan a vivir con su sola presencia” (p. 39). ··· Ver noticia ···
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