El punto de partida
Querer hacer un mundo mejor forma parte imprescindible de las aspiraciones de un buen cristiano, pues de una u otra manera identificamos este quehacer con el quehacer del “Reinado de Dios”, cuyo crecimiento entre nosotros lo hemos de ir favoreciendo con nuestro esfuerzo personal, siguiendo las pautas que nos señaló Jesús de Nazaret. Es el mismo objetivo de la praxis que nos propone la Teología de la Liberación: la transformación de la realidad, donde salvajemente se está agrediendo al ser humano y a la Madre Tierra, para que en ella todo lo que vive se pueda desarrollar armónicamente y también pueda vivir a gusto el Dios que está presente en todo. En cada momento de la historia se nos ofrecen distintas opciones de compromiso para ir lográndolo. Cada uno habrá de reconocer su propia tarea, adecuada a sus posibilidades y, al mismo tiempo, teniendo en cuenta la que sea más urgente o más necesaria para los seres humanos y para el conjunto de todo lo que vive y es en esta nuestra Casa Común, la Madre Tierra.
El “mundo del dinero”, un campo con necesidad de urgente transformación
En este mundo del dinero hay grupos de personas, extremadamente poderosas, que someten a infinitas formas de esclavitud a una gran mayoría de ciudadanos. También la Madre Tierra sufre las consecuencias de estos desalmados. Es un mundo éste que necesita de liberación. Es evidente que la reflexión moral habitual, la de escuela, la que aparece en el Catecismo de la Iglesia Católica, no le ha hecho ni le hace la suficiente atención al dinero en las formas concretas en las que hoy se manifiesta, a pesar de la importante influencia que tiene en la sociedad. Ello es así, a pesar de los escandalosos desmadres que tienen en el dinero su causa última común.
Aquí en España son temas típicos de nuestros días, que incluso están sobre las mesas de los jueces, las tarjetas black, los desahucios, “las mordidas” o tantos por ciento por amañar contratos, las clausulas suelo, etc. También nos asombran los altos directivos con contratos blindados que al abandonar sus puestos recibieron compensaciones millonarias. Otro hecho que resulta incomprensible son las fuertes sumas de dinero que algunas entidades (entre ellas del futbol) deben a la Seguridad Social, mientras ésta no tiene los suficientes recursos para atender las necesidades de sus afiliados más necesitados. Nuestra dura y larga crisis económica, de cuya gravedad es muestra el importantísimo número de parados que hay en nuestro país, ha tenido principalmente un origen financiero…
A esto hay que añadir las muchas personas que se sienten violentadas cuando se enteran que sus depósitos bancarios se invierten en hacer armas para la guerra, o para dar créditos a empresas que van a hacer negocio destruyendo el medio ambiente o contaminando ríos, mares…, viéndose al mismo tiempo impotentes de poder influir en los bancos donde han depositado sus ahorros. Es que ni siquiera pueden saber qué se hace con él.
“Moralizar” todos los comportamientos económicos
Todos los hechos, tan gravísimos, anteriormente enumerados como ejemplo, tienen una dimensión moral que debe ser tratada por la Teología Moral de hoy para que tales comportamientos sean incorporados, ya enjuiciados, a la conciencia moral universal y así todos podamos tener una referencia para poder emitir el juicio de valor personal correspondiente sobre los propios actos y sobre los actos de los demás que se manifiestan en la sociedad. Ahora parece más bien que están siendo considerados por una gran mayoría como neutros, fuera del alcance de la conciencia moral. No encuentro otra explicación al trato excesivamente comprensivo que parecen tener los implicados en las actividades anteriormente citadas tanto por parte de los partidos políticos como de los electores a la hora de emitir sus votos, e incluso por los tribunales, pues a veces escandaliza la relación tan desproporcionada que se observa entre las condenas de los pobres y de los ricos que roban.
En su Exhortación La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco sí le ha dado mucha importancia al mundo del dinero. Después de decir que nuestra economía provoca exclusión e inequidad y de afirmar contundentemente que es una economía que mata, dice que una de las causas de esta situación es la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. Hemos endiosado al dinero y hemos deshumanizado la economía, que carece de una orientación antropológica y ecológica. El mercado ha sido divinizado y convertido en la regla absoluta. A quienes dirigen las finanzas nada les importa “Dios”, como representante de valores morales, menosprecian la ética, siendo únicamente el beneficio lo que realmente prima para ellos.
Los profesionales de la moral: predicadores, catequistas, profesores… tienen que hablar de las malas prácticas productivas y financieras, de los derechos vulnerados de la Madre Tierra, que está siendo inmisericordemente explotada, es más esquilmada irracionalmente… Tienen que profundizar en las causas de las crisis económicas, valorar el monstruoso poder de las finanzas que controla todos los demás poderes, incluidos los del Estado. Se necesita una moral que aborde todos los temas de hoy, pero luego hay que divulgar los principios morales y hacer que lleguen a la conciencia de todos.
No sólo teoría sino también praxis: hacer, cambiar la realidad
Pero además de los principios y su enseñanza, es necesario llevar a cabo una praxis renovadora-liberadora del mundo del dinero, yendo sobre todo al núcleo mismo del sistema, a la actividad financiera. ¿No habría que intentar una alternativa al actual sistema? Será imposible que ello pueda conseguirse de repente. Pero, ¿además de criticarlo no se podrá hacer algo más? Habrá que intentarlo con iniciativas políticas: se necesita una mayor intervención del Estado que regule el mundo de las finanzas para proteger a la ciudanía ante su enorme poder. Habrá que intentarlo también con iniciativas financieras alternativas, y, como siempre hemos creído muchos, partiendo del pueblo, de los ciudadanos, cuya fuerza a veces es mucho más grande de lo que parece. ¿Se está haciendo algo en este terreno?
Pues sí, se están dando respuestas que no pueden seguir estando tan ignoradas por aquellos que quieren un mundo mejor distinto al nuestro. Es muy importante que las conozcan las gentes que quiere pasar del rechazo teórico al sistema financiero, al rechazo práctico. La BANCA ÉTICA es una de las alternativas que han surgido para tratar el dinero de manera diferente, el dinero que originamos, en general, por medio del ahorro. Su importancia social la podemos deducir al conocer sus principales características. Estas son las que se suelen señalar:
Transparencia: La transparencia consiste en mantener informado al cliente sobre su actividad en todo momento y a través de diversos medios de comunicación. El cliente habitualmente puede consultar los proyectos que se financian con su dinero en las páginas web o en publicaciones de las propias entidades.
Economía real: Consiste en mantenerse al margen de la especulación y de los mercados secundarios, lo que, además, permite a estas entidades una evolución estable, al no estar dentro del peligroso campo especulativo.
Rentabilidad social: es la máxima de la banca ética. Todo el negocio girará en torno a unos objetivos de cooperación y fomento del desarrollo de actividades que puedan aportar beneficios sociales. La obtención de beneficios económicos no es su razón de ser.
Sostenibilidad: Su actividad promueve un mundo más sostenible tanto apoyando proyectos que apuestan por ello, como aplicando el criterio a su propio negocio.
Entre nosotros existen tres principales proyectos de Banca Ética: FIARE, COOP57 y TRYODOS BANK, cada una de ellas con sus propias características diferenciadoras, que pueden aportar un específico atractivo. En Internet podemos encontrar suficiente información. Os ofrezco unas líneas sobre la Banca Ética donde yo estoy comprometido: FIARE.
FIARE es un proyecto cooperativo sin ánimo de lucro, que está integrada por entidades sociales y por ciudadanos. Quiere diferenciarse por pretender construir una sociedad más justa en el campo de las finanzas y a través de las finanzas, y ello con su diferente forma jurídica, de gobierno, de participación, de organización territorial, de productos, de precios, de sectores financiados, intentando lograr que la economía esté al servicio de las personas. Esta propuesta no incluye prácticas especulativas, operando siempre en la economía real. Por eso no ofrece ni ofrecerá productos de carácter especulativo ni competirá en precios ofrecidos al ahorro. El interés que ofrece por el dinero es primordialmente social. También se propone posibilitar el acceso a la financiación a personas o colectivos excluidos por el sistema bancario tradicional.
CONCLUSIÓN
No cabe duda de que de una u otra manera somos muchos los disconformes con esta sociedad nuestra. No nos gusta ni cómo está estructurada ni cómo funcionan la mayoría de sus instituciones. Hay muchos que de variadas maneras están ya comprometidos en cambiarla. Al margen de lo que cada uno esté haciendo, la Banca Ética nos invita a una acción común enfocada al mundo del dinero, un mundo donde impera la fuerza del egoísmo más avasallador y destructor, un mundo que por eso necesita de liberación.
El tratar de darle a nuestro dinero una orientación ética no nos exigiría ni mucha dedicación (un poco para empezar), ni mucha atención posterior. Estoy seguro que son muchos los que conectan con esta visión y ven con buenos ojos la alternativa que nos ofrece la Banca Ética. Se necesita solamente que esta alternativa genere confianza. Hemos de saber que cada vez son más los que se han decidido a iniciar una cierta transformación del mundo financiero situando su dinero, o parte de él, en la Banca Ética, sacándolo de los bancos convencionales. Por otra parte sabemos positivamente que a nuestros ahorros en la Banca Ética se les dará unos fines sociales adecuados, tanto a través de las inversiones como de los créditos. La Banca Ética nos sirve, pues, para llevar a la práctica nuestras ideas de hacer un mundo mejor.
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