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martes, 4 de octubre de 2016

El golpe de la reconquista

LEONARDO BOFF

Leonardo Boff2El golpe de clase vía parlamento es un proceso que ha generado una cadena de otros golpes con especial atropello del orden jurídico y constitucional. Los golpes son contra la diversidad social y de género, que ya no está representada en el gobierno, golpe a la cultura, golpe a la salud, golpe a los derechos sociales, golpe a las jubilaciones, golpe judicial y, últimamente, golpe a las elecciones. Estos golpes tienen detrás a las oligarquías golpistas que utilizaron la sagaz estrategia de conquistar sectores del poder judicial, del ministerio público, de la policía federal y del cuerpo de procuradores para conseguir sus fines.


Encontraron un testaferro, educado fuera del país, para desempeñar esta nueva tipología de golpe: un justiciero, de primera instancia, Sérgio Moro y su equipo de jóvenes procuradores, infantilmente exhibicionistas. Imbuidos de convicciones mesiánicas para limpiar el país de corrupción –lo que es loable- dirigieron las investigaciones únicamente a un partido, el PT. Despreciando todas las demás agrupaciones, con no menos actos de corrupción, concentraron el foco en las figuras referenciales como el ex presidente Lula y varios ex ministros, entre otros. Bien dijo el ministro Marco Aurélio Mello: “Moro dejó de lado la ley, eso es evidente”.
Lo nuevo de este teatro político es la desfachatez del juez y de los policías al saltarse los derechos, consagrados en la constitución y en todo el mundo, como la presunción de inocencia, aplicación de la prisión preventiva o coercitiva, sin ninguna necesidad, o la intencionada e irresponsable fuga de grabaciones, no respetando siquiera a la suprema autoridad del país, como fue el caso de la presidenta Dilma Rousseff, la delación premiada, conseguida bajo fuerte presión psicológica, y la especialmente perversa espectacularización de las acciones policiales, avisando previamente a los medios de comunicación de masas en connivencia con esos atropellos. Parecería que el juez Moro estudió tanto la mafia italiana que se volvió él mismo un mafioso de la justicia. Confesó que practica una justicia de excepción, cosa que suena a fascismo.


Entre las muchas razones subyacentes a este golpe de clase enfatizo apenas dos: el odio que la clase dominante tiene y ha tenido siempre a la población pobre y negra. No soy yo quien lo dice. Habla de ello el gran historiador y académico José Honório Rodrigues: «la mayoría siempre ha sido sufrida y siempre ha visto destruida su esperanza de mejoría;… las oligarquías negaron sus derechos, arrasaron su vida, conspiraron para colocarla de nuevo en la periferia, en el lugar que continúa pensando que le pertenece» (Conciliação e Reforma no Brasil, 1965, 14 y 31). Sucede que un representante de estos despreciados, que no fue educado en la escuela del faraón, llegó a ser presidente y transformó profundamente la vida de millones de pobres.
Esto es intolerable para las oligarquías, habituadas a ocupar el Estado y sus aparatos no con vistas al bien de todos, sino a sus intereses corporativos. Lula y los que se le asemejan son odiados por eso. Nunca apreciaron la democracia sino los regímenes fuertes y dictatoriales que les facilitan la acumulación, una de las más altas del mundo. Jamás entendieron el poder como expresión jurídico-política de la soberanía de un pueblo, sino como dominación en función del enriquecimiento. Sérgio Moro proporcionó el burdo marco jurídico para dar salida a este odio de clase.


Un segundo factor cabe ser resaltado: la estrategia de reconquista por parte de las oligarquías, ese puñado de familias de super-ricos que controlan gran parte de la renta nacional y que poseen inmenso poder económico, político y mediático. Pretenden volver al lugar que ocuparon durante siglos, pero al que ahora, con la situación histórica cambiada, jamás llegarían por vía democrática, expresada mediante el voto popular. Lo hacen montando un golpe parlamentario vergonzoso.
Esas oligarquías representan el orden y la cultura del capital, cruel e inhumano, que no mostraron nunca solidaridad hacia las grandes mayorías sufridoras. Practican una economía altamente concentradora y depredaora de bienes y servicios naturales, produciendo externalidades que son injusticias sociales graves y ambientales altamente dañinas, de cuya responsabilidad se eximen y lanzan al Estado la tarea de repararlas. Un grupo de ellos practica todavía el trabajo esclavo, llevando a los trabajadores a un verdadero exterminio físico y psicológico.


Ellos vuelven ahora para realizar la soñada reconquista, sólo posible en contra de la constitución. Aplican las medidas neoliberales más descaradas, atropellando las conquistas históricas de los trabajadores y desacreditando la inteligencia brasilera. Y lo hacen con furor, respaldados por un tribunal de excepción.
Esperamos el rechazo de esta reconquista por los movimientos sociales, quizá los únicos, en las calles y en las plazas de todo el país, capaces de hacer inviable este retroceso histórico infame.

*Leonardo Boff es articulista del JB online y escribió: La gran transformación, Nueva Utopía 2015.


Traducción de Mª José Gavito 

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