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martes, 7 de junio de 2016

Caritas solicita al Estado 10.000 millones de euros para “rescatar a los más débiles” Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

La gente, a veces, tiene buen faro, sólo a veces. Pero en la consideración de los ciudadanos españoles hacia Caritas hay una sorprendente unanimidad. O tal vez no constituya tanta sorpresa. Pero no puede ser que una organización privada se preocupe más de los pobres y los desfavorecidos que el Gobierno de la nación, es decir, que el Estado. Y éstas son ya palabras mayores, pues expresan una infamia, y una dejación imperdonable de los poderes públicos. ¿Para qué se hizo el “figurado” contrato social, que, sin embargo, está bien presente? No se puede admitir, por ninguno de los condicionamientos de la Economía, ni de los mandamases de la Unión Europea, o del FMI; o del Bando mundial, o de la Asamblea General de la ONU, o de quien quiera que sea, que unos 15 millones de ciudadanos, de casi 50, es decir, ¡más del 25% de la población!, se vayan quedando al borde del camino, y los demás podamos seguir adelante tan frescos. Es magnífico que Caritas nos saque los colores a los católicos españoles, pero sería mejor, todavía, que los obispos elevaran su palabra profética contra el cruel, inmisericorde e implacable despojo que las políticas de la Unión Europea, y la española, están provocando entre los más débiles, que son, no olvidemos, los preferidos de Dios.

He leído estos días bastantes artículos destacando el engaño de los números, cuando aplicados a la realidad macroeconómica. tanto a los niveles de producción y de renta, como a los asuntos laborables. Y es que en las grandes cifras se esconden las pequeñas, se disimulan los desequilibrios, y se camuflan las grandes tragedias. No es verdad que el paro haya descendido tanto como dican, si no consideran parado al que hasta ayer lo estaba, y hoy tiene un contrato de unas horas al mes. Esta es una mentira capaz de engañar a unos cuantos votantes del PP, así como la exaltación del crecimiento económico español constituye una sangrante mofa de los que no llegan ni al medio mes, para los que el fin del mismo les queda tan lejos que se convierte en un sueño y una ilusión.
Oímos hace unas semanas al presidente del Gobierno, D. Mariano Rajoy, quejarse de que algunos solo se fijaban en el lado negativo del proceso económico que el actual Gobierno, ahora en funciones, está dirigiendo. Y el señor presidente pareció olvidar que los medios de comunicación, y la opinión pública ciudadana, no están para cantarle las glorias, ni las gracias a los gobernantes, sino, sobre todo, para sacarle los colores justamente en lo negativo de su gestión. Y aquí radica una verdadera justicia pública, o una injusta desfachatez intolerable. Porque lo positivo de la economía española, con el PP, que existe, alcanza, y ha alcanzado fundamentalmente en estos últimos cuatro años, a la porción de población con la que identifica más el Gobierno, las clases medias altas, y las clases acomodadas. ¿Cómo van a protestar éstos, y destacar lo negativo, si no lo ven, ni les alcanza?
Es una infame insidia afirmar que la economía de un país va bien, “viento en popa a toda vela”, sin tener en cuenta a los últimos de la fila social, los hijos más desfavorecidos y débiles de la familia toda de la ciudadanía, que se van quedando dramáticamente para tras, cada vez con más difícil esperanza de remisión. Por eso, ante el pedio de Caritas de ese montante serio, y difícil de sacar de alguna parte, de dinero, para “rescatar a los más débiles”, no hay disculpas ni salidas falsas, invocando las directrices de la UE, ni la política del Banco Central europeo, ni las tendencias de los mercados. ¿Acudiría a estas excusas un padre de familia para defender cómo abandonaba miserablemente a una cuarta parte de sus hijos a su suerte?
Porque en eso radica la ciencia política, en saber gobernar para todos, y promover una real justicia distributiva. Abandonando a su suerte a tal número ingente de ciudadanos es muy fácil, para eso no se precisa ni ciencia económica, ni valentía política. Que sí se requieren para quitar algo, ni siquiera todo, lo que les sobra a los más poderosos, y darlo a los más necesitados. No hay otra receta para gobernar en estos tiempos en los que la conciencia social, y un mínimo de calidad de vida, están aseguradas, y ¿garantizadas? por las Constitución. Y es preciso reclamar a jueces y políticos, y gobernantes en todos los niveles, que si no son capaces de cumplir, por los menos en sus niveles mínimos esta tarea, se retiren, porque no sirven para cumplir aquello a lo que se comprometen al jurar o prometer la Constitución.

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