¿Cuándo se devolverá al pueblo cristiano la voz y el voto?
Mantener el clericalismo es estar “luchando contra Dios” (He 5,39)
Hemos llegado a identificar al clero con la Iglesia. Como dicha identificación es evangélicamente falsa, seguiremos “luchando contra Dios” (He 5,39) si no se corrige. Más aún: la historia reciente de perversión de gran parte del clero (en temas de sexualidad, de poder, de apego a las clases ricas, de oposición al Papa Francisco, de no aceptar comunidades adultas…) está urgiendo la reforma que ponga coto a la deriva clerical. Poca gente duda hoy de que la crisis de la Iglesia es hija de la crisis del clero. Sólo volviendo a la comunidad adulta, se reformará la Iglesia.
Hay que acudir al “Santo Pueblo fiel de Dios”
“El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo, por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta unción…
Una de las deformaciones más fuertes… es el clericalismo:
Esta actitud no sólo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón…
El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como “mandaderos”, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías… necesarios para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos…
El clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes, propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar…
El clericalismo se olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14) Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados”.
(Carta del Papa Francisco a Su Eminencia Cardenal Marc Armand Ouellet, P.S.S. Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.Vaticano, 19 de marzo de 2016)
Es posible una Iglesia sin clericalismo
Sin encauzar bien el tema de los servicios eclesiales, resulta imposible evangelizar nuestro mundo. La Iglesia debe ser comunidad. Los servicios -ministerios- son secundarios, aunque precisos. El Espíritu suscita carismas para el servicio comunitario. El Espíritu llama a elegir a las personas para los diversos ministerios. Toda la comunidad (no sólo quien preside) puede participar en la elección:
“El camino de la Iglesia es este: reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir. Esta es la llamada sinodalidad de la Iglesia, en la que se expresa la comunión de la Iglesia. ¿Y quién hace la comunión? ¡Es el Espíritu!… ¿Qué nos pide el Señor? Docilidad al Espíritu. ¿Qué nos pide el Señor? No tener miedo, cuando vemos que es el Espíritu quien nos llama” (Francisco: Homilía en Santa Marta, jueves de la 5ª semana de Pascua sobre He 15,7-21; 28 abril 2016).
El modo, hoy vigente, de gobierno eclesial no es evangélico
Apóstoles, profetas, maestros…, Evangelio, sacramentos, comunidad, Espíritu… Todo esto puede ser respetado y promovido por una organización más comunitaria. El clericalismo pervierte en su favor el Evangelio. Desde el Papa hasta el párroco -sólo tres escalones-, los clérigos son dueños absolutos de las comunidades. A merced de su voluntad, como si fuera la divina. Elaboran leyes -Código de Derecho Canónico- sin control alguno de las comunidades. Leyes que no pueden cambiarse, aunque la mayoría lo quiera. Ni siquiera su discusión pública es permitida. Este proceder contradice letra y espíritu evangélicos: “los jefes de las naciones las dominan y los grandes les imponen su autoridad. Se hacen llamar bienhechores. Nos será así entre vosotros…” ( Mt 20, 25s; Lc 22, 25s; Mc 10, 42s).
Los nombramientos, actos de dominio e imposición clericales
No les importa contradecir el evangelio y el proceder de la Iglesia primera. “Votar” (He 1,26), “elegir toda la asamblea” (He 6, 3-6), “decidir de acuerdo con toda la comunidad” (He 15, 22) son acciones hoy prohibidas en la Iglesia. Un papa benévolo, un obispo condescendiente, un párroco humano.. puede permitir una consulta. Pero ni los horarios de misas puede decidir una parroquia. El servidor manda más que los señores. El Consejo Pastoral, si obispo o párroco permiten que exista, sólo tiene capacidad consultiva. Así se perpetúan en el poder obispos y párrocos aborrecidos por la mayor parte de la diócesis y de la parroquia.
Hoy resulta inaudito leer lo que escribía san Cipriano (s. III):
“El pueblo, obediente a los mandatos del Señor, debe apartarse de un obispo pecador…, dado que tiene el poder para elegir obispos dignos y recusar a los indignos”.
“Sabemos que viene de origen divino el elegir al obispo en presencia del pueblo y a la vista de todos, para que todos lo aprueben como digno e idóneo por testimonio público…”.
“Se ha de cumplir y mantener con diligencia, según la enseñanza divina y la práctica de los Apóstoles, lo que se observa entre nosotros y en casi todas las provincias: que, para celebrar las ordenaciones rectamente, allí donde ha de nombrarse un obispo para el pueblo, deben reunirse todos los obispos próximos de la provincia, y debe elegirse el obispo ante el pueblo, que conoce la vida y la conducta de cada uno, por convivir y tratar con él”. (Carta 67, 3, 2; 4, 1; 5, 1).
Tambié inaudito que Roma intervenga para garantizar la elección comunitaria
En el siglo V los Papas empiezan a intervenir en los nombramientos episcopales, no para hacerlos ellos, sino para garantizar la elección según la práctica tradicional:
– San Celestino (422-432): “nullus invitis detur episcopus”:
“Ningún obispo sea dado a quienes no lo quieran. Búsquese el deseo y el consentimiento del clero, del pueblo y del orden establecido. Y sólo se elija a alguien de otra iglesia cuando en la ciudad para la que se busca el obispo no se encuentre a nadie digno de ser consagrado (lo cual no creemos que ocurra)” (Carta de Celstino I a los obispos de Vienne, PL 50, 434).
– El papa León Magno (440-461): “cleri plebisque consensus”
A pesar de su mentalidad centralizadora (es opinión común que la concepción de la autoridad papal del Vaticano I está en los escritos de este papa), no eliminó el papel del clero y el pueblo para elegir obispos. Tenía claro que la elección comunitaria era “elección de Dios” y que “elegir sin contar con el pueblo es elegir sin contar con Dios”, según la feliz expresión de san Cipriano: “el mismo Dios manifiesta cómo le disgustan los nombramientos que no proceden de justa y regular elección, al decir por el Profeta: `se eligieron su rey sin contar conmigo´ (Os 8, 4)” (S. Cipriano, carta 67):
a) “Guardar las reglas de los Padres es esperar los deseos de los ciudadanos y el testimonio del pueblo, buscar el juicio de los honorables y la elección de los clérigos… Al que es conocido y aceptado se le deseará la paz, mientras que al desconocido de fuera habrá que imponerlo por la fuerza… Por ello, manténgase la votación (`suscriptio´) de los clérigos, el testimonio de los honorables y el consentimiento del orden (cargo público) y del pueblo. El que debe presidir a todos debe ser elegido por todos” (S. León Magno, Carta 10 PL 54, 632-634).
b) “Declaramos que no le es lícito absolutamente a ningún metropolitano (arzobispo) ordenar obispos a su gusto, sin el consentimiento del clero y del pueblo (“cleri plebisque consensus”). Más bien ha de poner al frente de la iglesia de Dios a quien haya sido elegido por el consentimiento de toda la ciudadanía” (S. León Magno, Carta 13. PL 54, 665).
c) “Cuando haya que elegir a un obispo, prefiérase entre todos los candidatos a aquel que demande el consenso del clero y el pueblo (“cleri plebisque consensus”)… Y que nadie sea dado como obispo a quienes no le quieren o le rechazan, no sea que los ciudadanos acaben despreciando, u odiando, a un obispo no deseado, y se vuelvan menos religiosos de lo que conviene porque no se les permitió tener al que querían” (S. León Magno, Carta 14. PL 54, 673).
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