Las mujeres cobran un papel fundamental en los relatos de la Pascua. Ellas siguieron y sirvieron a Jesús con sus bienes por los caminos de Galilea (Lc 8,1-3) y permanecieron fieles hasta el final, hasta la cruz. Son testigos, como tantas mujeres hoy, de la permanencia en las situaciones límite, donde lo que toca hacer es estar y acompañar la impotencia y el duelo, hasta que emerja lo inédito. Son testigos de la semilla del amor entregado, que, aunque invisible en el útero de la tierra, va poco a poco abriendo caminos hacia la luz, quebrando losas y sepulcros, alumbrando lo inédito, porque el Dios de Jesús no es un Dios de muertos sino de vivos. Por eso no es la nostalgia del pasado lo que ha de caracterizar la vida cristiana sino la pasión por la vida aunque haya que atravesar tiempos oscuros. ··· Ver noticia ···
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