Nuestros políticos están nerviosos. La razón debe ser que como buscan tanto el bien de España ven cómo pasan los días y nadie está dispuesto a sacrificarse por ella. Porque un sacrificio por uno mismo, o por el partido, ¡bueno!, pero por esa entelequia abstracta que llamamos Patria, eso ya es harina de otro costal. Hay que ver lo bien que queda uno exigiendo a los otros ese sacrificio por el bien de todos, por la sagrada fidelidad a la Patria. Pues ahora tienen la magnífica oportunidad, que ni pintada para demostrarlo, pero como ellos afirman, el tacticismo y la estrategia partidista de “los otros” lo impide. Estoy llegando a la conclusión de que nuestro pueblo, -y he dicho “nuestro”, porque me incluyo-, merece, por lo visto, los gobernantes que tenemos. Desde luego no los han votado los de Albania o Haití, sino los ciudadanos madrileños, andaluces, navarros, manchegos, y por ahí afuera. Pero, Señor, ¡que miseria y qué bajeza!
Hoy hemos oído al portavoz del PP, Rafael Hernando Fraile, que ha soltado esta mañana la siguiente sarta de barbaridades en declaraciones en el Congreso, lamentando que se pueda “aceptar como viable”, y permitir a una fuerza de “extrema izquierda …. financiada, al menos algunos de sus dirigentes, por países extranjeros”, que pretenda ocupar esos poderes tan decisivos como la tele, el ejército, el CNI, la policía, y ha acabado por decir, ¡Vamos!, el perfecto manual del golpista. Sin, por lo visto y oído, darse cuenta de que esa definición le cae muy bien al PP, que es el que los ocupa hace años, sin permitir interferencias, ni dialogar con nadie, ni dar cuentas a nadie. Nadie sabe con qué moral se atreve este portavoz a acusar de lo que sea a otro partido, cuando el suyo, el PP, ha sido el primero, y el único, imputado penalmente, como tal partido, en toda la época de la Democracia. Tal vez en el cúmulo de su humilde sinceridad el portavoz ha pretendido auto acusarse, y acusar a su partido de “golpista”. Se habla mucho de la corrupción en el tema de la administración del dinero público, apartado en el que el PP está demostrando no solo ser el mejor, sino destacar de tal modo que actúa ya fuera de concurso, porque no hay quien se postule a ganarlos. Pero la corrupción del uso abusivo, indecente, obsceno, de la mayoría absoluta, los ha acostumbrado de tal manera a la inmunidad, o eso parece, que permiten actuaciones tan desvergonzadas, rayando lo delictivo, como las declaraciones calumniosas de ese portavoz que nunca debería haber aparecido ante los micrófonos ni del Parlamento, ni de un partido político, porque con su hedionda ligereza verbal solo ensucia y deteriora el ya difícil momento político español. ¡Y se extrañan los del PP que ningún partido quiera pactar, y ni casi dialogar con ellos!
He tenido la paciencia y la templanza de leer entera la entrevista que el País ha regalado hoy a Felipe González. Y digo regalado porque mi pensaba que las exigencias del diario “El País” para concederte más de dos páginas del periódico eran mucho más severas y afiladas. Porque, ¿qué méritos tiene hoy Felipe para un trato así, solo el haber sido hace años presidente del Gobierno español? Es un mal hábito en los medios, escritos, radios y teles, convocar a sus colaboradores, o invitar para charlas y entrevistas, o para programas estrella no por el valor objetivo de las personas escogidas, sino por el nombre, muchas veces conseguido por antiguas glorias y honores que el tiempos e llevó. Y demasiadas veces ni siquiera en el momento álgido del brillo era para tanto. En verdad, alguna de las cosas que ha dicho el que fue la grata sorpresa de 1982 son, sencillamente sensatas, pero nada del otro mundo, y que no pudieran pronunciar mucho cientos de ciudadanos. Pero tiene otras para echar a correr.
Volviendo a la entrevista, me han parecido aceptables su crítica a la irresponsable espantada de Rajoy ante la propuesta del Rey para su investidura, algo que no representa ninguna genialidad que supere mucho la idea de la mayoría de los ciudadanos españoles; la referencia a los polos contrapuestos del inmovilismo de Mariano y del liquidacionismo, esta palabra tan tosca y fea, de Pablo Iglesias, pero tampoco he parecido destellos geniales en esta opinión. Pero, al contrario, no me han gustado nada ni su reflexión sobre los síntomas de estancamiento de la Democracia española, que debería reconocer con sinceridad que se debe más al deterioro moral de las personas que a los propios mecanismos democráticos, ni tampoco la nada original idea de la mala, o falsa lectura de los resultados del 20D. Ya escribí sobre eso, y no se puede comparar lo incomparable. La irrupción de dos fuerzas absolutamente nuevas, y milagrosamente exitosas provocó, de manera totalmente nueva y distinta de todas las otras elecciones, que los dos partidos mayoritarios hasta el momento, lo del bipartidismo, tuvieran que restar 109 escaños a su prodiga cuenta acostumbrada. Y todavía estoy menos de acuerdo en la idea rebosante de ingenuidad (¡¡¡!!!), en lo que de milagroso pueda tener la ingenuidad en el señor González, de que el PSOE permita eventualmente, con su abstención, la investidura de alguien del PP. Muchos políticos de altos copetes están dando la impresión de que la corrupción es, políticamente hablando, “peccata minuta” , y que el abuso intolerable de la mayoría absoluta del PP no supondrá problema alguno para que los actuales diputados socialistas se las ingenien para convencer a sus votantes d e la bondad de, por ¿el bien de España?, contribuir, aun solo pasivamente, a la investidura del PP.
En esta preferencia, como en la diatriba inmisericorde contra Podemos, hasta calificarlos de bolcheviques, alguien puede pensar en el temor a la descarnada, casi imprudente, juvenil sinceridad de los aguerridos diputados del nuevo partido, para denunciar implacablemente las puertas giratorias, y el aprovechamiento de los cargos ejercidos en política para lucrar más fácil y placenteramente en la vida civil y laboral. De cualquier modo, no es ni sensato, ni prudente, ni justo, olvidar que estos jóvenes políticos ya no son seres callejeros vociferantes, sino que, democráticamente, se han sometido al tribunal de las urnas, y están, con toda dignidad y todo merecimiento, en la plaza pública de la Política, con Mayúscula. Una cosa es que nos caigan bien o mal, y otra que no se merezcan todo el respeto ciudadano, político, y no digamos democrático. Y tampoco se dan cuenta algunos políticos de otros partidos que cada vez que demuestran su nerviosismo hacia Podemos este gana unos cuantos cientos de votos.
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