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lunes, 25 de enero de 2016

Sobre la situación post electoral Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara


Hay algo de patético en el Reino de la Moncloa”
Los españoles no estábamos acostumbrados a un período pos electoral tan convulso. Se oye mucho la afirmación de que lo que ha salido de las urnas provoca una inestabilidad preocupante. Ya escribí sobre ello en mi entrega “La trampa del Gobierno estable”, (12/01/16). Efectivamente, nos habíamos acostumbrado al bipartidismo, y lo que ha sucedido el 20D ha sido, ni más ni menos, que ese estado de cosas ha saltado por los aires.


¡Bueno!, ni más ni menos, no: mucho más que menos. La prueba evidente es que muchos, con el Gobierno en funciones a la cabeza, no se saben ubicar en la actual situación. Y ven signos de inestabilidad, en lo que no es sino señal de una práctica política fundamental y evidente por ser absolutamente necesaria. La pluralidad de la sociedad española es cada día mayor, más explícita, más perceptible, y, por lo tanto, cada vez provoca unos efectos que no se pueden dejar de lado. Y lo que está sucediendo me ha animado a hacer esta reflexión que os quiero trasmitir en tres puntos. (Pero es un tema que aceptará, seguro, una continuación, para no se cuando).
La moqueta de Moncloa atrae mucho. Esta expresión se la oí al portavoz del PP, Rafael Hernando Fraile, refiriéndose a la fascinación que esa moqueta, y las alfombras de la residencia oficial del presidente del Gobierno, ejercían sobre el secretario del PSOE Pedro Sánchez. Ese portavoz se ha caracterizado siempre por su estilo agresivo, hasta llegar al límite, en unas manifestaciones contra el partido UPyD, por las que fue condenado a pagar 20.000 euros. Pero la pregunta que se impone, una vez puestos de acuerdo de que esa moqueta atrae también al señor Sánchez, es: ¿Solo le atrae a ese político, o el poder que esa imagen insinúa no es un imán irresistible para muchos (¿todos?) políticos? El señor Rajoy, ¿estaría exento de esa fascinante atracción?
Nadie quiere pactar con el PP. Ni siquiera, o eso parece, Albert Rivera, presidente de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, quien ha repetido hasta la saciedad que con sus votos Rajoy no llegaría al poder. En los otros partidos ese rechazo al PP es claro, tajante, radical, e irremediable. Y este aislamiento del partido del Gobierno no es por sectarismo, como con cierto cinismo asegura don Mariano, sino que se lo ha ganado con creces, practicando desde el poder una política prepotente, altanera, abusando sin rubor, y sin cabeza, de la mayoría absoluta, sin visión ni de Estado, ni del ritmo de los tiempos, ni de la Historia, si no es demasiado solemne expresarme así. El PP ha gobernado como si su paso por el banco azul fuera indefinido, sin dar razones para sus propuestas legislativas, o dándolas sin pedagogía, sin intentar atraer a los otros partidos al consenso, dejando bien claro que eran ellos los que mandaban, “que se enteraran todos lo que era una mayoría absoluta”, como oí a un representante del partido. Y esta prepotencia, unida a la corrupción que ha campado con muy poco respeto por sus lares madrileños y valencianos, ha provocado la pérdida de casi tres millones de votos, y la huída de los demás partidos de su cercanía como de un apestado.
Los ciudadanos, en el sistema español, no votamos para proclamar a un presidente de Gobierno, sino para conformar la composición del Parlamento, cuya cámara baja elige al presidente. Nuestro sistema no es presidencialista, sino parlamentario. Gana las elecciones no el que más votos tiene, sino el que consigue una composición de las Cortes que se inclinen por auparle a la presidencia del Gobierno. No sé si vosotros, que leéis este blog, pero a mí sí que me sucede, indignarme de que me traten como a un tonto. Hoy he oído al ínclito portavoz Rafael Hernando, del que he escrito en el primer párrafo, que el secretario del PSOE pretendía en los despachos del Parlamento conseguir lo que no le habían dado las urnas. Me da igual de que se hubiera referido a cualquier otro político, no es la cuestión. Ante acusación tan gruesa como infundada y salida de tono y de pauta, estoy seguro que los socialistas no se dignarán ni responder. La cuestión es que si el señor Hernando no es verdaderamente un incapaz, algo que no lo es ni de lejos, sabe de sobra que las elecciones generales no dan a nadie la gobernabilidad, sino los diputados suficientes para garantizarla. Algo que, evidentemente, con 122 diputados, a falta de 54 con una mayoría absoluta de 176, las urnas no le han dado al PP, tal vez escamadas del mal uso, y abuso, que ejerció en su último mandato.

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