Dialogar no consiste simplemente en el hecho de hablar con alguien. Dialogar supone escuchar al otro, comprender su punto de vista, sus criterios, sus razones…. Aceptar lo que haya de verdad en el que habla conmigo. Y estar dispuesto a modificar, no sólo mis ideas, sino incluso mis convicciones, si es que veo que el otro me aporta información o motivos que yo no sabía o no he tenido debidamente en cuenta.
De lo dicho se sigue que solamente puede estar capacitado para dialogar quien está dispuesto incluso a renunciar a sus puntos de vista o su visión de la realidad, si advierte que aquel con quien dialoga tiene una visión de esa realidad más completa o más objetiva que la propia. Sólo quien tuviera una visión de la totalidad de la realidad, podría decir que no tiene por qué dialogar con nadie. Pero ocurre que una visión de la totalidad de la realidad no la puede tener ningún ser humano. Porque constitutivamente todos somos por naturaleza limitados, también en esto.
Así las cosas, lo que más dificulta para dialogar es la mentalidad dogmática. Porque cuando se ven las cosas más discutibles como afirmaciones dogmáticas, que, por definición, son indiscutibles, entonces “apaga y vámonos”. El diálogo se hace sencillamente imposible.
Pues bien, supuesto lo que acabo de decir, mucho me temo que algo de esto – o quizá bastante de lo que estoy diciendo – es justamente lo que ahora estamos viviendo en España, con el problema que tenemos planteado ante la urgencia de formar un nuevo gobierno para nuestro país. En España, el peso de la mentalidad dogmática es más fuerte de lo que imaginamos. Porque viene de muy lejos. Quizá desde los lejanos tiempos en que las Etimologías de san Isidoro marcaron la mentalidad jurídica de toda Europa. El dogmatismo religioso, imperante en España, ha configurado y marcado nuestra manera de pensar y proceder seguramente más de lo que sospechamos. Y eso influye en muchos de nosotros. No sólo en quienes tenemos creencias religiosas, sino en todos, mientras no se demuestre lo contrario. Porque se ha producido un trasvase de la religión a la cultura. En nuestro país hubiera sido imposible la Ilustración. Y bien sabemos que la resistencia a la Reforma protestante fue una resistencia numantina.
No entro en detalles, ejemplos, textos y documentos. Con lo dicho basta para que nos pongamos a buscarle una respuesta a la pregunta que algunos se hacen: ¿por qué en la mayoría de los países de la UE es posible formar gobiernos de coalición que en España no son posibles o, por lo menos, se ven tan problemáticos? La raíz del problema no está en la religión. Está en el dogmatismo. Y quien discuta esto, que me diga: ¿por qué hay personas que son tan intolerantes en cuestión ideológicas como tolerantes en los oscuros asuntos del bolsillo y el dinero? Con esto estoy diciendo, lo mismo a los de la derecha que a los de la izquierda, en el amplio espectro que va desde Rajoy hasta Pablo Iglesias, que todos somos más dogmáticos de lo que imaginamos. Y me da pánico ir por la vida viajando con gente dogmática, por más que los dogmáticos intenten disimular lo que realmente son. Y somos. Porque todos tenemos ese ramalazo.
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