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ATALAYA

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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Sobre el video “Cristianos ante la urnas” Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Así se titula un documental, en vídeo, que ha propiciado el secretario de la Conferencia Episcopal Española, CEE, José María Gil Tamayo, con la colaboración de quince ¿expertos?, cuyos nombre no aporto para no hacer propaganda de nadie. Pero choca que entre ellos estén los directores de ABC, “La Razón”, y de la Cope, así como otros de quienes no conocemos muchos trabajos de sociología o política cristianas, y menos de Teología pastoral o moral práctica, o de cualquier especialidad cristiana aplicada a la política. Además, nos extraña que sean justamente directores de medios conocidos de todos como conservadores, que hacen propaganda, sí, de una cierta actividad católica, más “religiosa”, de religiosidad natural, que cristiana. Como cuando, incluso en portada, y con imágenes, encomian la “devoción” de los madrileños por el Cristo de Medinaceli, o se entusiasman con fotos de bañistas junto a otras de procesiones de Semana Santa, que demuestran la gran religiosidad de los españoles, que ni siquiera en sus escapadas al mar, por el buen tiempo, olvidan su práctica religiosa. ¡Fantástico!

Pero, sin embargo, no vemos con mucha, ni poca, frecuencia, condenas severas contra la injusticia social, con la creciente e imparable desigualdad, con la política de desamparo de los trabajadores, con las actitudes no solo no concordantes con el evangelio, sino claramente contrarias a él. Porque mi opinión es que mientras periodistas, o pensadores, o formadores de opinión no se mojen, valientemente, como hace el papa Francisco, contra el trato, o maltrato, a desvalidos, a los sin techo, a los excluidos de la fortuna, a los tratados como delincuentes, con las cuchillas prontas para que se descarnen, en las vallas de las otrora hospitalarias fronteras de nuestra tierra, los agotados y sufridos “turistas de las pateras”, mientras no levanten el grito contra loa discriminación, la injusticia, la corrupción, pero la de todos, y no por barrios, y un largo etcétera de actitudes proféticas en el sentido evangélico, mientras no adopten esta postura crítica a favor de los pobres y menos favorecidos, no les daremos bula ni capacitación para aconsejarnos a los demás sobre la coherencia de nuestro voto. Para esto tenemos nuestra conciencia, y nuestra voluntad de guiarnos por el Evangelio.
El documento en cuestión, que no sabemos si de verdad es o no oficial de la CEE, insiste, en sus recomendaciones, en dos puntos: en que votemos 1º), según la doctrina social; y, 2º), de acuerdo con la doctrina moral de la Iglesia. Ahora no voy a daros la lata con un compendio de ambas, porque ni cabe, ni es el momento, que para eso están las ganas de estudio y de aprender, y los cursos de formación cristiana que hay, o puede haber, en todas las parroquias, a los que, en general, no acude casi nadie. Así que haré, solamente, dos recordatorios de estas dos cuestiones.
1º), de la doctrina social de la Iglesia. Me gustaría recordar las enseñanzas, valientes y clarísimas, de las encíclicas “Mater et Magistra”, de Juan XXIII, la “Populorum progressio”, de Pablo VI, y la “Solicitudo rei sociales”, de Juan Pablo II. Tengo la impresión de que, de acuerdo con ese magisterio, no nos animaríamos a votar a ningún partido. Presentaré solo tres perlas. La primera de la “Populorum progressio”: en ella el Papa fue inusualmente duro, pues llegó a afirmar que los individuos, o las regiones, o los países que, teniendo más de lo necesario para vivir, no socorrían a los países, o regiones, o individuos que carecían de lo necesario para subsistir con dignidad, les estaban robando a estos últimos. Sic, así de duro. Y Juan Pablo II, en la “Solicitudo rei socialis”, afirma, usan do por primera vez este término en un documento papal, que “las estructuras injustas de pecado”, como una legislación favorable a la riqueza, o a las clases altas, por ejemplo, son también responsables del pecado de los individuos. Por lo que los católicos deberíamos responsabilizarnos en nuestra contribución al gobierno de las naciones, por ejemplo con nuestro voto, a que esas estructuras fuesen justas. Y no nos escandalice la expresión “robo” de Pablo VI, pues Francisco ha ido muchos más lejos, y en una homilía en Santa Marta afirmó que “el Capitalismo no solo roba, sino que mata”, refiriéndose tanto al despojo que provoca entre los pueblos más indefensos y atrasados tecnológicamente, sino por las muertes que provoca entre los emigrantes africanos, en sus pateras, y en las vallas inmisericordes de los países que los tratan con más hostilidad que hospitalidad.
2º), y de la doctrina moral de la Iglesia. Tampoco es cuestión de que os aburra con mi insistencia en esta idea básica: la Iglesia no tiene una doctrina propia estrictamente moral. Porque el comportamiento moral depende de las conciencia de los individuos. Sino que deberíamos afirmar una “moral revelada”, que superando a nuestra conciencia, nos enseña un comportamiento que, aunque no sea directamente captado por nuestra ella, sin embargo ésta, nuestra conciencia, no solo no la rechaza, sino que advierte que nos conduce a una actitud vital y humana superior. Por ejemplo: el amor al enemigo, el poner la otra mejilla, el dar sin esperar vuelta, el dar el manto al que te quiere quitar la capa, el no juzgar, el admitir que tengo una viga en el ojo, antes de intentar quitar la mota en el ojo del otro, el amar al otro como a mí mismo, y, todavía más, después de la enseñanza de Jesús, el amar al otro como Él nos amó. NO nos engañemos, ésta es la verdadera, y propia, moral, no de la Iglesia institución, sino de los creyentes y seguidores de Jesús.
Pues bien, es muy fácil deducir que ni los medios de comunicación citados, ni ningún otro, ni ningún partido político, ni siquiera ninguna institución eclesiástica, cumple ese programa moral no solo al 100%, sino que se queda muy por debajo de la mitad. Así que es innecesario que nadie nos recuerde que “ningún partido político agota la propuesta del Evangelio”, como afirma Gil Tamayo en el documento que comento. Es importante, sin embargo, recordar que las recomendaciones que hace el secretario de la CEE, como tener en cuenta la peligrosidad de los que tienen tendencias laicistas, o de los que quieren anular los tratados con la Santa Sede, o incluso en lo referente a los comportamientos en defensa de la vida, o de una determinada filosofía del matrimonio, son tareas morales en el comportamiento individual, pero no en la labor legislativa de los elegidos por el pueblo para marcar las normas de convivencia. Su cometido no es señalar lo que es, o no, pecado, sino organizar la convivencia ciudadana de la mejor manera posible. Su cometido no es otro que organizar la convivencia de los ciudadanos dirigida al bien común. Es decir, estas leyes, como todas las demás, nunca marcarán el sentido de nuestro comportamiento moral, sino, todo lo más, el límite de nuestro comportamiento ciudadano, adecuado, o no. O, incluso, nuestro acercamiento, o rebasamiento, del límite penal. Pero la conciencia es otra cosa, y nadie tiene habilitación para entrar en ella.

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