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martes, 14 de abril de 2015

El islam desfigurado Gabriel Mª Otalora

Estamos sumidos en una espiral de violencia islámica. No es que el islam sea violento, sino que el terrorismo islámico, cada poco tiempo nos firma un episodio dramático de alguno de los movimientos yihadistas, que son varios. En la retina me quedan los casi ciento cincuenta personas, amén de un buen número de heridos de diverso pronóstico, en la Universidad de Garissa (Kenia). Horrible, pero con mucho menor impacto mediático y explicaciones que en los asesinatos en la redacción del Charlie Hebdo.

Hace tiempo que resuenan voces sobre las afrentas del islam hacia la Cristiandad. A partir de ahí, siempre hay alguien que invoca hasta al espíritu de las Cruzadas, en una interpretación simple de la realidad. En la misma dirección, todavía resuenan los ecos del maniqueo Samuel Huntington y su choque de civilizaciones (1993) como un pulso militar visto desde el lado del más que posible ganador, claro. Pero el tema es, desgraciadamente, más complejo.
¿Qué hay detrás de la sinrazón deshumanizada de la violencia en nombre del islam? En primer lugar, una degradación de la religión de millones de personas normales que quieren ser buenas personas. En segundo lugar, una guerra civil entre los mismos causantes del terror que lo proyectan contra su propia gente y contra el mundo Occidental. Este fundamentalismo crece amarrado a la literalidad del Corán promoviendo una vuelta a lo que entienden ellos por el origen del islam para aplicarlo a sangre y fuego entre propios y extraños. Busca la acción-reacción, la confrontación más violenta. A la dimensión política invasora se le añade una dimensión escatológica entre el bien y el mal que genera múltiples situaciones de conflictos, violencias y odios que no tienen nada que ver con la religión en el sentido propio del término.
Y en tercer lugar, los que disparan, queman o degüellan a mansalva, tienen un fin de poder y dinero. A pesar de su barniz de confrontación espiritual, sus miras son más canallas, alejadas de cuestiones de fe o de cultura. No solo pelean chiíes contra suníes como guerra confesional sino que Al Qaeda rivaliza en horrores con ese nuevo “Estado Islámico” del terror que ha nacido en Oriente Medio. Arabia Saudita (satrapía feudal) y Emiratos Árabes tienen su propia pelea con Yemen o Qatar mientras el Magreb vuelve a estar al rojo vivo…
El Islam es una propuesta de amor que ahora nos llega como una desfiguración monstruosa que persigue con saña a todo lo que huela a occidental o cristiano. No queda tan lejos aquellas bombas de Al Qaeda en las embajadas de los Estados Unidos en Nairobi y también en Dar es-Salam en Tanzania que mataron a cientos y cientos de personas, como primer episodio de un azote global que tendría terribles consecuencias años más tarde y cuyo eco aquí fue discreto por indiferente. El islam nos queda geográficamente muy lejos del interés del europeo medio y, desde luego, de los focos mediáticos de los grandes medios de comunicación del mundo rico. En cambio, el islam vivido y sus contradicciones, se encuentran ya entre nosotros.
El mundo islámico debería mirarse en el espejo de su pasado tolerante y avanzado en artes, ciencias y letras. La misma palabra islam significa, entre otras cosas, tolerancia. El islam debe rehacer su camino desde la educación, la tolerancia y la justicia social haciendo honor a su sentido de entregarse a sentir la paz y seguridad con Dios a través de la lealtad y el sometimiento a sus leyes del amor. O por lo menos, no convertirlo en todo lo contrario. Y Occidente, no seguir insistiendo en las causas estructurales de la miseria y las geopolíticas coloniales. Aznar, Bush, Blair… solo hablaban de militarizarlo todo, y ahí tenemos los resultados de su arrogancia sobre el terreno. Hubo un tiempo, cuando las Cruzadas, que el islam era sinónimo de civilización avanzada y ejemplo de tolerancia.
Ojalá vuelva aquella concepción de la existencia, pero en todo caso, no hay nada peor que engrasarles a los islamistas la miseria crónica interesada, porque es el caldo de cultivo de lo peor del ser humano. Y al final perderemos todos.

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