Hay que estar muy loco o desesperado para matar periodistas al grito de “Allahu Akbar”. ¿Quién les va a creer que “Dios es grande” si necsita de armas y bombas? ¿Quién se dejará atraer por esa fe articulada de gritos fanáticos, de odio y de sangre?
Pero no es fe lo que les mueve, por fervorosos que sean. No es Allah en quien creen, por convencidos que estén. Su fervor se llama fanatismo. Son los peores enemigos del Islam, pues pervierten su religión y ofrecen el argumento deseado por patriotas neonazis que aborrecen a los musulmanes, atacan mezquitas y organizan manifestaciones contra la supuesta islamización del Occidente. Los unos y los otros se dan la mano y la razón, mejor: comparten el miedo y la sinrazón. Entre los unos y los otros aumentan y agravan los peligros de la humanidad. ¿Cómo nos salvaremos?
Sabemos cómo. Lo sabe Malen, una mocita adorable, algo tímida, alegre, llena de imaginación y ocurrente, a punto de cumplir 12 años. El día de la masacre contra ‘Charlie Hebdo’, ella no lo entendía. ‘Hace unos años –le dije – el hebdomadario publicó unas caricaturas de Mahoma –la paz sea con él–, y se han vengado por ello. ¿A ti qué te parece?’. ‘Pues me parece que la revista hizo mal, pero los asesinos han hecho peor’, respondió Malen. No hay más que decir.
No debieron publicar unas viñetas satíricas, a sabiendas de que iban a ofender tanto a cientos de millones de musulmanes en el mundo. Pero no debieran ofenderse tanto los musulmanes por unas simples viñetas. ¿Acaso se ofende Mahoma, que vive en ‘la morada de la paz’? ¿Acaso puede ofenderse Allah, a quien los piadosos musulmanes invocan como al-Bari (Origen de todo), al-Khabir (Comprensivo), al-Mujyi (El que da la vida), al-Salam (la Paz?). Quienes ahogan la libertad de expresión en nombre de Dios o de la verdad están lejos de Dios o de la verdad. Quienes se ofenden por unos dibujos o unas palabras –sobre Jesús, el Corán, el rey o la bandera– tienen la mente o el corazón estrecho. Y quienes matan por tales motivos… no tienen ni corazón ni mente. Que no se llamen creyentes, por favor.
De ningún modo representan el Islam, religión de la justicia y de la paz. Quede muy claro. Pero debo decirlo también: haría mal el Islam en no dejarse interpelar por la existencia en su seno de tanto fanático. Haría mal en prohibir una lectura crítica del Corán, coartar la libertad, aferrarse a estructuras religiosas del pasado.
También nosotros, el llamado Occidente, haríamos muy mal en cerrar los ojos y negarnos a entender por qué hay tantos yihadistas, tanto Al Qaeda y estado islámico. Entender no es excusar. Son muchos menos de lo que poderosos medios de comunicación nos quieren hacer creer, pero son peligrosos por ser desesperados, por sentirse excluidos del mundo. Son una ínfima minoría de los musulmanes, pero forman parte de una inmensa mayoría que se siente humillada por las potencias occidentales (“cristianas”) durante los últimos 100 años, y aun más en las últimas décadas. No habría yihadistas, o no serían tantos, sin los crímenes contra Palestina y las campañas de Afganistán y las guerras del Golfo y los negocios del petróleo y la barbarie americana en Irak y en Guantánamo. Y las medidas antiterroristas nunca bastarán para salvarnos.
Solo nos salvarán la justicia y la cordura, la amplitud de mente y corazón. Como la de Ziad Medoukh, un amigo palestino poeta que vive en Gaza, y que el miércoles escribía: “En Gaza condenamos con toda firmeza el ataque asesino contra Charlie Hebdo. Palestina, que sufre el terrorismo del estado de Israel, denuncia este acto criminal contra los periodistas franceses. Un gran homenaje de parte de Gaza la destruida a las víctimas de este acto bárbaro. Nuestras condolencias a las familias en luto. Por la libertad, contra el odio, en solidaridad ante esta tragedia con todos los franceses”.
¡Gracias, Ziad! Yo también soy palestino. Yo también soy Charlie Hebdo. Y porque “Dios es más grande”, porque quiero creer que el Bien es más fuerte, he de decir: también soy el yihadista asesino.
(Publicado el 11-01-2015 en DEIA y los Diarios del Grupo Noticias)
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