Enviado a la página web de Redes Cristianas
Las orgías que se corrían la corte francesa y las favoritas del rey mientras el pueblo pasaba hambre, y una de ellas, María Antonieta, respondía a quienes le decían que el pueblo no tenía pan: “pues que coma bollos”, tiene su equivalente hoy día en España en la orgía de dinero que se embolsan grupos nutridos de políticos y dirigentes y asociados. La ya famosa “puerta giratoria” no es ni más ni menos que otra infamia más cometida contra el pueblo, que se une a otras muchas de las que sufre este país donde grandes sectores de población si no pasan hambre en sentido literal pasan graves necesidades y carencias de bienes básicos.
La “puerta giratoria” es una práctica rampante en cuya virtud un diputado, gobernante o no, terminada su carrera política pasa a percibir retribuciones millonarias en poltronas de oligopolios privatizados por él mismo, por su partido o por el partido principal de la oposición. Las empresas relacionadas con energía y banca son principalmente su destino.
Pero, ¿qué cometido tienen esas sanguijuelas sociales en emporios que gestionan bienes básicos, como electricidad, gas, agua o dinero? ¿qué aspectos de su listeza -que no su sospechosa inteligencia reducida a menudo a labia- interesa de ellos a esos monopolios con blindada explotación de lo que venden? Ninguno que pueda justificarse. Tan es así que alguno, como el ex presidente de gobierno Felipe González, sin duda ha sentido verguenza al decir: “dejé Endesa… porque me aburría”.
Es decir, para que esos personajillos se embolsen cuantiosas cifras de dinero por nada salvo engrosar una nómina de parásitos que paga el pueblo con sus recibos, millones de españoles han de vivir deprimidos, perdida la esperanza de un empleo, perdida su dignidad como trabajadores y, en incontables casos, mendigando una toma de luz o debiendo agradecer un hogar prestado, familiar o no.
Es tal el número de casos de esta naturaleza que la calle ya es un clamor. España es una vergüenza mundial, un país plagado de corruptos, con un Estado semi fallido lleno de políticos y de gobernantes afanados exclusivamente en resolver su presente o a enriquecerse y en todo caso a asegurarse su futuro y el de su descendencia pero en absoluto servir a la sociedad para lo que se postularon.
Ya no se habla sólo de indignación. Abunda tanto en todas partes y en todas las instituciones la manipulación, la injusticia, los abusos, el nepotismo feroz, el amiguismo inmundo, el despilfarro y el latrocinio oportunista que la indignación del pueblo deriva rápidamente en el odio de las revoluciones…
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