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miércoles, 10 de septiembre de 2014

La ¿renovación? de la Iglesia española (I) Jesús Mª Ruiz de Vergara

Pienso que, a raíz de la importancia que Religión Digital (RD) concede a este día 28 de agosto de 2014, como el día del cambio de rumbo de la Iglesia española, deberíamos echar las campanas al vuelo, no por la marcha de Don Antonio Rouco Varela, o el cambio de Osoro por Cañizares en Valencia, sino por el profundo simbolismo que, para los periodistas de RD, tendría este día. Pero me temo que se hayan ofuscado por uno de los falsos dogmas del periodismo, según el cual lo importante es la primicia de una noticia, -algo en sí irrelevante-, mucho más que el análisis de lo que la noticia puede significar, para lo que habrá que esperar a tener tiempo y ocasión propicia para el correspondiente análisis.
Pero esa calma y ese “tempo” no suelen ser frecuentes en el periodismo moderno, que busca, a toda costa, un titular impactante. No quiero ser injusto. Lo anterior sucede, sobre todo, en el periodismo de primeras noticias, y de titulares, que es, desgraciadamente, el que, y lo que, lee la mayoría de los lectores. Por eso pienso que la tranquilidad, el reposo, y el sosiego, de instrumentos como estos blogs de opinión, son muy útiles, casi necesarios, para digerir las noticias sin que nos produzcan una indigestión.
Así que estoy muy de acuerdo con lo que asegura Juan Pablo Somiedo, en su artículo de RD Cambios en la Iglesia española, con el subtítulo “El nombramiento de Carlos Osoro como arzobispo de Madrid ha suscitado no pocas esperanzas”, que afirma, entre otras cosas interesantes: “Sorpresas aparte, la renovación de la iglesia en general y de la española en particular no es cuestión solo de personas sino de estructuras y de líneas de pensamiento teológico. No habrá renovación mientras se perciba clara y nítidamente el alejamiento de los postulados de movimientos como el Opus Dei o los kikos. Estos movimientos ejemplifican una iglesia constantemente preocupada por los asuntos morales pero con una inmensa venda en los ojos para los sociales, una iglesia anacrónica”.
Después comentaré la primera parte el párrafo. Ahora me ciño a la segunda. Cita expresamente al Opus y al Movimiento Neocatecumenal, los Kikos, porque estima que don Carlos tiene una muy buena relación con estas dos realidades eclesiales. Si bien, los que lo conocemos bien, desde su época casi juvenil en la diócesis de Santander, dudamos mucho que Osoro se incline a ciertos movimientos de Iglesia olvidando, o dejando de lado, otros. Una de las facetas más interesantes del obispo cántabro es, justamente, su capacidad, casi camaleónica, de adaptación, y de acoplamiento a diferentes situaciones, mentalidades, y sensibilidades de todo tipo, pero sobre todo, de Iglesia.
Pienso que la primera parte del párrafo que he citado es más decisiva y más verdadera. En ella el autor hace referencia a la poca importancia, muy relativa, de las personas, si las estructuras y las mentalidades siguen siendo las mismas, o muy parecidas. Estoy totalmente de acuerdo. Mucho se ha escrito en estos últimos tiempos, digamos tres años, desde que Rouco cumplió la edad preceptuada para presentar la renuncia, sobre la influencia, y la responsabilidad, del cardenal de Madrid, y como residente de la CEE, en la involución de la Iglesia española, y en su progresivo alejamiento, indudable e incuestionable, no solo del espíritu, sino de los postulados y recomendaciones, y del rumbo que quiso dar a la Iglesia, con un magnífico golpe de timón, el Vaticano II.
No es que me quiera erigir en defensor del Arzobispo de Madrid, que es muy vivo y capaz de defenderse él solito, pero mi opinión es que, una vez más, los analistas no se atreven, tal vez por temor reverencial, a elevar el punto de mira, y atinar en el blanco de la responsabilidad de esa marcha atrás eclesiológica de los últimos treinta años largos. Para mí, como dijera con todas las letras, y sin ambages Don Ramón Echarren, de felicísima memoria, la responsabilidad hay que buscarla, primero (1º) en Roma, en la idea de Iglesia de Juan Pablo II. Y segundo, (2º), en la mentalidad del clero español, que es el que nos interesa, (pero esto no quiere decir que la situación no fuera parecida en todo el abanico de Iglesias de la Catolicidad), y en su falta de preparación “profesional”. Con esto me refiero a dos cosas fundamentales en nuestra “profesión”: una Teología todavía escolástica y atrasada, y, sobre todo, una verdadera ignorancia en el estudio Bíblico y en la exégesis.
(Y como el comentario de estos extremos nos va a llevar muy lejos, lo dejo para otro día, -espero que sea mañana-, para desarrollarlos).
(Continuará). (El Areópago) 

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