LEIDO EN ATRIO
En mis primeros años de actividad curial, en la segunda planta del Palazzo, una vivienda interrumpía el paso entre despachos y obligaba a salir a la loggia. Se trataba del apartamento de las dos hermanas Perosi. Durante mis primeros tres años las veía, las saludaba, me paraba a charlar. Se sentían halagadas recordándoles a su padre, Giuseppe Perosi, excelente músico, maestro de capilla en Tortona, su ciudad natal, inspirador y formador de su genial hijo Lorenzo Perosi, el “cecilianista” universal, el renovador de la música religiosa. Giuseppe había inoculado el virus musical también a otros hijos e hijas. Su hijo Marziano Perosi llegó a ser maestro de capilla en la catedral de Milán. Y Carlo Perosi, también con formación musical, optó, como Lorenzo, por el sacerdocio. Carlo llegaría a ser cardenal.
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