Ha pasado un año desde que aquel humilde “buenas noches” que conmovió al mundo. El arco de 12 meses, así entendidos – no sólo para la vida de la iglesia – con dificultad puede contener la gran cantidad de novedades y los muchos signos de profunda innovación pastoral de Francisco.
Estamos en una salita de Santa Marta. Una sola ventana da a un pequeño patio interior que muestra un munúsculo rincón del cielo azul. El día es hermosísimo, primaveral, cálido. El Papa aparece de repente, casi sorpresivamente, por una puerta, tiene el rostro relajado, sonriente. Observa sonriente las muchas grabadoras que mi ansiedad senil de periodista puso sobre una mesa.LEER EN ADITAL
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