El teólogo Juan José Tamayo recibe la medalla de oro de la Liga pro Derechos Humanos
“Yo fui perseguidor de los protestantes”. Lo confesó anoche el teólogo Juan José Tamayo, al recibir la medalla de Oro de la Liga Española
pro Derechos Humanos por su trabajo intelectual en favor del diálogo
entre las religiones. La Liga nació en 1814 en memoria del pedagogo
Francisco Ferrer Guardia, fusilado cinco años antes acusado vilmente de
ser el instigador de la revuelta conocida como la Semana Trágica de
Barcelona. El premio a Tamayo colma una de las celebraciones del
centenario de esta organización que preside Francisco José Alonso Rodríguez.
La entrega de la medalla se celebró en el mítico templo católico de san Carlos
Borromeo, en Entreveías (Madrid), degradado en 2007 por el arzobispo de
Madrid, cardenal Antonio María Rouco, a Centro Pastoral por supuestas
desviaciones litúrgicas. Anoche, sus tres curas, Enrique de Castro,
Javier Baeza y José Díaz, recibieron el aplauso de los dos centenares de
personas que llenaban a rebosar el humilde local. Entre los presentes,
destacaron el exdirector general de la UNESCO y exministro de Educación,
Federico Mayor Zaragoza, que pronunció la ‘laudatio’ del premiado; el
fundador de Mensajeros de la Paz, padre Ángel García, e incontables
colegas de Tamayo en la Universidad Carlos III, de la que es profesor y
en la que dirige la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones
Ignacio Ellacuría. Entre las adhesiones, el presidente de la Liga
destacó las recibidas en nombre de 21 universidades europeas, americanas
y africanas, y a título personal, entre más de 200, las del teólogo
brasileño Leonardo Boff, el obispo mexicano Raúl Vera y el catedrático
Sociología de la Religión de la Universidad de Lovaina, François
Houtart.
Tamayo contestó a esas adhesiones y al cariño de los presentes con un
relato que sorprendió, pues lo narrado no presagiaba al futuro teólogo
y, mucho menos, a un combatiente por el diálogo entre religiones y
culturas. Cuando era un chaval de apenas ocho años, Tamayo, nacido en
Amusco, Palencia, en 1946, protagonizó un suceso que habría hecho las
delicias del gran George Borrow,
detenido y encarcelado en Madrid por vender biblias. Escribió más tarde
‘La Biblia en España’, muy vendido en toda Europa, un relato pintoresco
de sus viajes y aventuras como ‘colportor’ de biblias protestantes en
España entre los años 1835 y 1840. El libro contribuyó a promover la
imagen medievalizada de España en la Europa del Romanticismo. Lo tradujo
Manuel Azaña y estuvo prohibido durante todo el franquismo, pues ya se
sabe que los católicos tuvieron prohibida la lectura de la Biblia hasta
después del Concilio Vaticano II, salvo con autorización y la guía de un
confesor.
Este es el relato de lo vivido por Tamayo: “Nada en mis genes
anunciaba que fuera a trabajar en el estudio de las religiones, y menos
aun a trabajar por el diálogo entre las religiones. Todo lo contrario,
desde pequeño me inyectaron en vena el más cerril fundamentalismo, del
que tardé en liberarme. Tenía yo ocho años y era un devoto monaguillo
que hacía poco tiempo había tomado la primera comunión. Transcurría
pacíficamente un domingo de mayo de 1956 en mi pueblo de la Castilla de
Tierra de Campos. Las campanas daban el primer toque que anunciaba la
misa de 11. Mi prima, unos años mayor que yo, entró precipitadamente en
mi casa y alertó a mi madre de que había dos forasteros vestidos de
negro que estaban alterando el orden público “¿Qué hacen?”, le preguntó
sorprendida mi madre. “Deben ser protestantes, porque están repartiendo
Biblias por la casas”, respondió mi prima. Mi prima le pidió a mi madre
que fuera yo a toda prisa a avisar al alcalde de tan grave desorden. Y
eso hice velozmente. Fui a casa del alcalde, que a la sazón era también
jefe local del Movimento, y le expliqué lo que estaba pasando.
“Efectivamente –dijo el alcalde-, repartir Biblias por las casas es
alterar el orden público”.
“Vete a buscar al alguacil para que los detenga”, me pidió. Y eso
hice prestamente. Encontré al alguacil y juntos fuimos a la caza y
captura de los hombres de negro. El alguacil los detuvo y los encerró en
el calabozo, que estaba en el sótano del ayuntamiento. Orgullosos de
tal gesta, el alguacil y yo entramos en la iglesia y nos decidimos a
comulgar, sin ningún remordimiento. Los dos protestantes pasaron la
noche en el calabozo y fueron soltados al día siguiente sin cargos, pero
no sin antes advertirlos de que no volvieran a poner un pie en el
pueblo. Los cargos nos los tenían que haber puesto a nosotros. Muchas
veces he pedido perdón por ese acto de intolerancia que condujo a dos
buenas personas a dormir en el calabozo de mi pueblo por el entonces
considerado horrendo delito de repartir Biblias por las casas”.
Tamayo, teólogo de la liberación, es autor de 60 libros, muchos
de ellos traducidos a varios idiomas, y ha sido premiado ya en otras
muchas ocasiones. Doctorado en Teología en la Universidad Pontificia de
Salamanca, es profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y es
cofundador y secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas
Juan XXIII. En 2003 fuetachado de hereje por el Vaticano, que le retiró
el título de ‘teólogo católico’ tras un proceso inquisitorial promovido
por la Conferencia Episcopal Española.
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