Lo que estamos viendo, viviendo y sufriendo en España, desde que el PP tiene la mayoría absoluta en el Parlamento de nuestro país, está dejando cada día más patente
que estamos siendo gobernados por ateos. Por más misas que oigan los
que pertenecen a ese partido, por más obispos que tengan como amigos y
por más condenas que impongan a los homosexuales o más obligatoria que
sea la asignatura de religión.
¿Por qué digo esto, que es tan fuerte y hasta suena a una agresión injusta y grave? Yo no pertenezco a ningún partido político.
Si digo que estamos gobernados por ateos, la razón es muy sencilla. Si
no dijera esto, en este momento, estaría dando pruebas de que el
Evangelio me importa un bledo. ¿Por qué? Jesús dijo, precisamente al
describir cómo será el juicio final, que lo que hacemos o dejamos de
hacer, con los más desamparados de este mundo, es a Dios mismo a quien
se lo hacemos o se lo dejamos de hacer (Mt 25, 31-46). Por eso me atrevo
a decir que quienes nos gobiernan, y los que con su silencio aprueban
lo que deciden los de la mayoría absoluta, todos ellos, cuando han
aprobado unas leyes de las que inevitablemente se sigue que tantas
familias no pueden llegar a fin de mes, tienen que mandar a sus hijos en
ayunas a la escuela, no pueden pagar la luz, el agua, el alquiler de
la casa, la comida que necesitan…, mientras que los grandes capitales
crecen sin parar, la clase media se hunde en la miseria, y raro es el
día que no nos enteramos de un nuevo escándalo financiero, es evidente
que una gente así no cree en Dios. Porque el “Dios” de esa gente es el
dinero, cosa que también está literalmente en el Evangelio (Mt 6, 24).
Y quiero dejar claro que lo que digo del PP, lo digo igual de los del
PSOE, que en Andalucía han robado con el turbio asunto de los ERE. Y en
todas partes donde los que han podido se han aprovechado de la
debilidad de la gente humilde. Nunca el ateísmo se había quitado la
careta como ahora en España. Por eso es más indignante que haya tantos
“beatos” y “santurrones” que, con su careta religiosa, se engañan. Y nos
engañan. A costa del sufrimiento y de la humillación de los más
desgraciados. ¡Por favor, YA ESTÁ BIEN! Que no es la crisis. Ni
Bruselas. Que son ellos. Porque lo que tenemos, se podía repartir mejor.
Y arrimando todos el hombro. Pero no nos da la gana. Porque “nuestro
dios” (la codicia del dinero) no nos lo permite.
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