De acuerdo a algunos clásicos, hay dos tipos de guerras: las justas y las injustas. Las que libran los pueblos por su liberación nacional, como el caso de Vietnam contra Estado Unidos; Angola contra las tropas invasoras de África del Sur, gobernada por el régimen del apartheid; y las antiguas colonias de Portugal contra los ejércitos colonizadores, serían algunos ejemplos de las guerras justas.
En el caso de las guerras injustas, llevadas a cabo por las potencias y fuerzas colonizadoras para conquistar y someter a los pueblos en contra de su voluntad, como fue el caso de la Alemania de Adolfo Hitler, las invasiones de Estados Unidos en América Latina, incluyendo la cobarde invasión a Panamá, de 1989.
Las ambiciones de poder y los deseos de mantener control sobre la humanidad por parte de las élites y consorcios gobernantes no tienen límites. En el mundo árabe, las injerencias e intervenciones armadas de las potencias occidentales, especialmente de Estados Unidos, son frecuentes y en algunos casos se realizan de manera abierta y descarada. Recordemos que con el pretexto de capturar a Bin Laden, agente de la CIA, Estados Unidos invade Afganistán, en el 2001; posteriormente, para derrocar al dictador Hussein, su anterior aliado en la región, invade Irak en el 2003; y, más recientemente, interviene en los asuntos internos de Libia, apoya con dinero y armas a la oposición y luego con el apoyo de la OTAN, la invade en el 2011 y hasta hoy es territorio ocupado por las fuerzas occidentales con las secuelas de muertos, sus recursos expoliados por las transnacionales, que se dedican a controlar la economía y ven en las reconstrucciones de esos países por ellos destruidos, la nuevas formas de hacer negocios, sin importarles qué precio ha tenido que pagar ese pueblo conquistado.
Hoy las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos, frente a la incapacidad de poder resolver los problemas que aquejan a sus pueblos, producto de la corrupción y otras enfermedades propias del capitalismo y frente a la ola creciente de descontento y levantamiento popular en toda Europa, incluso en los propios Estados Unidos, deciden invadir a Siria, utilizando como excusas el uso de armas químicas contra la población. A Irak la invadieron con la misma excusa y aun hoy, 10 años después, no han podido presentar al mundo, prueba alguna sobre dicha acusación. El mismo método utilizado en Libia, apoyo financiera y militarmente a la oposición y luego, la invasión. Según medios internacionales, el gobierno de Rusia y China Popular se oponen rotundamente a las pretensiones invasoras e incluso, se habla de movilización de tropas rusas hacia la región para apoyar a Siria. Hay quienes consideran que la invasión a Siria, sería la antesala del asalto a Irán y finalmente, a Rusia y sus aliados.
Panamá, que fue cobardemente invadida por Estados Unidos en 1989, para, entre otras excusas, capturar al general Manuel A. Noriega (Ex agente de la CIA) y restablecer la democracia que nunca hemos tenido, debe rechazar toda acción que vaya en detrimento del derecho de los pueblos a la autodeterminación y viole su soberanía, pero sobre todo, evitar más derramamientos de sangre, sólo para saciar mezquinos intereses de los sectores económicos que ven en las guerras, la nueva forma de enriquecerse. Como única dueña del Canal, Panamá debe hacer valer su status de neutralidad y exigir el respeto a las normas del derecho internacional, para la solución de los conflictos internacionales. A las fuerzas patrióticas y progresistas del mundo, amantes de la paz internacional, ha jugar un papel protagónico, rechazando la invasión y cualquier otro tipo de intervención en los asuntos internos de los países hermanos. Salvar a la especie humana, es una responsabilidad de todos.
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