“Id a reconciliar, id a denunciar”: Encargo de Jesús a las comunidades de la liberación
XXXIII Congreso de Teología: “La Teología de la Liberación HOY”
-De cara al próximo XXXIII Congreso de Teología, es oportuno recordar las palabras que el evangelista Juan pone en boca del Resucitado cuando envía a los discípulos a continuar su misión: A quien perdonáreis los pecados, perdonados les son; a quienes los retuviéreis, retenidos quedan (Jn 20,23).
XXXIII Congreso de Teología: “La Teología de la Liberación HOY”
-De cara al próximo XXXIII Congreso de Teología, es oportuno recordar las palabras que el evangelista Juan pone en boca del Resucitado cuando envía a los discípulos a continuar su misión: A quien perdonáreis los pecados, perdonados les son; a quienes los retuviéreis, retenidos quedan (Jn 20,23).
Con estas palabras, Jesús da un doble encargo a la comunidad liberada y liberadora, seguidora de su obra:
1) Id a perdonar, id a reconciliar. Id a liberar a las víctimas del mal (compadeciendo, acogiendo, perdonando, reconciliando, librando del mal estructural y del “pecado del mundo”, creando estructuras de solidaridad).
2) Id a denunciar, id a transformar. Id a liberar a los agentes victimadores (denunciando, criticando, llamando a la conversión y transformación de las estructuras injustas).
Pero se malentiende esta palabra del Evangelio según Juan si se la saca de contexto y se interpreta como si dijera: “Os doy el poder de perdonar, para que perdonéis a unas personas, sí, y a otras, no; para que perdonéis unos pecados y condenéis otros”. Parte de la culpa de esta lectura estrecha la tiene el uso que se ha hecho de esta frase desde los días del Concilio de Trento, utilizándola para justificar la necesidad de la confesión sacramental y, de paso, para reforzar la dominación de las conciencias por la “institución eclesiástica”.
Ante todo, hay que entender bien esta palabra dirigida a los discípulos, reunidos en el Cenáculo el primer día de la semana, en el contexto del capítulo 20 de Juan. En ese momento, los discípulos no son la primera “jerarquía eclesiástica”, sino la primera comunidad. El encargo de ir al mundo, con la doble misión de reconciliar y transformar, es una misión dada a toda la comunidad, no una potestad privilegiada para el grupo dirigente (cf.J.Mateos-J.Barreto,El evangelio de Juan: análisis lingüístico y comentario exegético).
Además, el contexto inmediato es la frase anterior, que dice: “Como me ha enviado el Padre, también yo os envío a vosotros… Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 21-22). Por tanto, si les envía como Él ha sido enviado, no se puede decir que les encarga acoger a unas personas y condenar a otras. Les envía a tratar el problema del mal y el pecado del mismo modo que Jesús lo trató: liberando y denunciando. ¿Y cómo trató Jesús este problema? ¿Qué hizo ante el mal, ante el pecado, ante las víctimas y los agentes victimadores? Resumiendo en unas líneas lo que requeriría un libro entero (cf. M.Hasitschka,Befreiung von Sünde nach dem Johannesevangelium), vemos a Jesús haciendo lo siguiente:
1) Reconciliando, acogiendo, liberando víctimas. Por ejemplo:
A) Liberando a quién era víctima del mal cometido (acogida de la mujer sorprendida en adulterio, librándola de ser apedreada y abriéndole futuro, Jn 8,1-11).
B) Liberando a quien, aunque no había cometido ningún mal, era víctima del “pecado del mundo” (liberación del ciego a quien los líderes de la sinagoga, que se creen videntes, quieren expulsar, Jn 9, 1-39). Liberando al que se creía paralítico y animándole a ponerse en pie por sí mismo y plantar cara a los dirigentes religiosos (que le habían hecho conformarse con su miseria y quedarse tendido a la espera de una religión milagrera que le curase con corrientes de aguas prodigiosas, Jn 5,1-18).
2) Denunciando, llamando a conversión y transformación a los agentes victimadores:
A) Liberando a quién era víctima del mal cometido (acogida de la mujer sorprendida en adulterio, librándola de ser apedreada y abriéndole futuro, Jn 8,1-11).
B) Liberando a quien, aunque no había cometido ningún mal, era víctima del “pecado del mundo” (liberación del ciego a quien los líderes de la sinagoga, que se creen videntes, quieren expulsar, Jn 9, 1-39). Liberando al que se creía paralítico y animándole a ponerse en pie por sí mismo y plantar cara a los dirigentes religiosos (que le habían hecho conformarse con su miseria y quedarse tendido a la espera de una religión milagrera que le curase con corrientes de aguas prodigiosas, Jn 5,1-18).
2) Denunciando, llamando a conversión y transformación a los agentes victimadores:
Dijo Jesús: Yo he venido a este mundo para provocar una situación crítica de discernimiento (en griego, krisis). Para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos. Oyeron esto algunos de los fariseos que estaban con Él, y le dijeron: ¿Es que estamos ciegos? Díjoles Jesús: Si fuérais ciegos, no tendríais pecado: mas ahora decís: Vemos. Por eso os digo: Vuestro pecado permanece. (Jn 9,39-41).
Es decir: Vuestro pecado “permanece”, vuestros pecados quedan “retenidos” (en griego, kekrátentai), siguen estando ahí, tenéis que reconocerlo y cambiar. Esto explica solo la segunda parte del encargo: “a quienes retuviéreis” quiere decir ” a quienes denunciáreis y llaméis a conversión”.
En conclusión, las palabras de Jesús en Jn 20, 23 no deben ser justificación ideológica de una “teología dominadora” (supuesta entrega de potestad para condenar o indultar), sino emblema del doble encargo para una “teología liberadora” : id a reconciliar, id a denunciar, liberad a las víctimas, y denunciad y llamad a conversión a los agentes victimadores.
Pero el tema del congreso es “Teología de la liberación, hoy”. Hoy, la víctima no es una ni unas pocas, sino millones de víctimas de los “Sistemas”, y el agente victimador son las injusticias estructurales e institucionales, encarnadas en los “Sistemas injustos” (políticos, económicos, financieros…) .
Cuando comunidades evangélicamente liberadas y liberadoras lo denuncian (p.e., cuando la JOC y la HOAC publicaban el 16 de febrero de 2012 un Comunicado ante la nueva reforma laboral) están practicando el encargo de Jesús. Cuando, al día siguiente, la autoridad eclesiástica diocesana lo desautoriza, la comunidad tiene que decirle con indignación fraternal: “Con perdón, están ustedes ciegos”…
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