El Papa Francisco va a ser una verdadera revolución en la Iglesia.
Acaba de conceder una entrevista que publican en exclusiva las revistas
de la Compañía de Jesús. El Papa se sincera a lo largo de una veintena
de páginas que responden a más de seis horas de conversación con el
director de La Civilttà Cattolica.
Confieso que para mí, esta entrevista
muestra que estamos ante el cambio de perspectiva más radical de la
Iglesia desde Juan XXIII. Francisco da carpetazo a todas las
involuciones de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II ahondando en la
voluntad de este Concilio celebrado hace 50 años de volver al puro
Evangelio. Francisco recupera aquello que fue esencial por Jesús: la
cercanía a los hombres y mujeres heridos por la vida, despreciados por
la sociedad y estigmatizados por la religión, y deja en un segundo plano
la obsesión reiterativa de la predicación eclesial por cuestiones
sexuales, morales, canónicas y litúrgicas. “No es necesario estar
hablando de estas cosas sin cesar”, asegura, “no podemos seguir
insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio
homosexual o al uso de anticonceptivos”.
Y dice textualmente: “el edificio moral de la Iglesia corre peligro
de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume
del Evangelio; (…) el anuncio del amor salvífico de Dios es previo a la
obligación moral y religiosa”. El Papa lanza una dura crítica al que
“busca obstinadamente recuperar el pasado perdido” de la Iglesia
dominadora porque convierte la religión “en una ideología entre tantas
otras”. Acepta que Benedicto XVI haya permitido la celebración de la
eucaristía de manera tradicional, en latín, pero ve “preocupante el
peligro de ideologización”.
Francisco aboga por una Iglesia “capaz de salir de sí misma yendo
hacia el que no la frecuenta, hacia el que se marchó de ella, hacia el
indiferente”. Pero para eso se necesitan “pastores y no funcionarios
clérigos de despacho”. Francisco aboga por acercarse “a los cristianos
que de un modo u otro mantienen heridas abiertas”.
Uno de estos grupos son los homosexuales. “En Buenos Aires, dice,
recibía cartas de personas homosexuales que son verdaderos “heridos
sociales”, porque me dicen que sienten que la Iglesia siempre les ha
condenado”. Y prosigue: “Una vez una persona, para provocarme, me
preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces respondí con otra
pregunta: “Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba
su existencia con afecto o la rechaza y la condena?”. Hay que tener
siempre en cuenta a la persona (…) y es nuestro deber acompañarlas a
partir de su condición”.
El Papa Francisco piensa también en “una mujer que tiene a sus
espaldas el fracaso de un matrimonio en el que se dio también un aborto.
Después de aquello esta mujer se ha vuelto a casar y ahora vive en paz
con cinco hijos (…) Está sinceramente arrepentida. Le encantaría retomar
la vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?”. “El confesionario no es una
sala de tortura”…
¿Y la mujer en la Iglesia? El Papa teme la solución del “machismo con
faldas”, es decir, la de situar mujeres en cargos de responsabilidad
que perpetúen la visión patriarcal. “Hay que trabajar más hasta elaborar
una teología profunda de la mujer” que busque “el puesto específico de
ésta incluso allí donde se ejercita la autoridad”.
El acercamiento a todas estas realidades de dolor necesitadas de
misericordia responde a la propia experiencia de vida del Papa, que hizo
que escogiese como lema en su escudo papal: “Miserando atque eligendo”
(mirándolo con amor y eligiéndolo), referido a la mirada misericordiosa
de Jesús al llamar a Mateo cuando aún era pecador.
Así se siente el Papa respecto a su etapa de gobierno de los jesuitas
de Argentina en la época de la dictadura. “Mi gobierno (…) al comienzo,
adolecía de muchos defectos. (…) Tenía 36 años, una locura. (…) Yo
tomaba mis decisiones de manera brusca y personalista”. Pero esa etapa
le ayudó a aprender a gobernar y ahora son otros los que le susurran “no
consulte demasiado y decida”.
En fin, es una delicia de entrevista llena de imágenes sugerentes. He aquí una muestra:
“Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué
inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el
azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto”.
***
Podéis leer aquí
la entrevista completa que el jesuita italiano Antonio Spadaro le ha
realizado al Papa Francisco (y que ha sido publicada por la revista
Razón y Fe).
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