Nos conocemos hace muchos años y admiro, aunque no comparta en toda su
extensión, tu trabajo como teólogo y en la Asociación Juan XXIII. Hemos
coincidido en muchas batallas por la libertad en la Iglesia y por la
necesidad de una reforma radical de la misma a las fuentes
del cristianismo. Por tanto toma por favor este comentario como un
fraternal desahogo nacido de mi amistad y un modo de aclarar ideas tanto
para los que te siguen y apoyan como para los que te critican.
Recuerdo los tiempos en que colaborabas
intensamente con figuras entrañables y ejemplares como Díez-Alegría,
Pepe Caffarena, Casiano Floristán, o Julio Lois, hoy desparecidos de
esta dimensión y que tanto hicieron por la Asociación de Teólogos Juan
XXIII, y sobre todo por aportar aire fresco
a muchos enrarecidos ambientes de la Iglesia Española. Pero has de
reconocer que esos hombres, como otros pioneros como Llanos, Casaldáliga
y el mismo Pedro Arrupe, que conocí muy de cerca y de algunos he
escrito incluso sus biografías, roturaban su crítica desde una posición
de pertenencia, amor y espiritualidad que aportaba credibilidad a su
radicalidad evangélica , siempre constructiva.
No entro a juzgar tus intenciones, pues parto de la vieja máxima de que “de internis necque Ecclesia” y de, como decía San Ignacio,
hay que “salvar la proposición del prójimo”. Pero percibo en ti de un
tiempo a este parte una postura extrema que produce la sensación de que
te has puesto una coraza tal o revestido de un curioso personaje que no
quiere bajarse del potro rebelde por sistema, pase lo que pase, sobre
todo si las mejoras, los cambios, las buenas noticias proceden de la jerarquía.
En los últimos años te has ido convirtiendo en el “teólogo oficial de PRISA”, llamado a opinar sobre todo por El País y la “Cadena SER”.
No nos engañemos, querido Juanjo, tú y yo sabemos con que intención
recaban entrevistas estos medios en lo que a Iglesia se refiere. Yo lo
he comprobado varias veces: “para que pienses como ellos”. Recuerdo que
no hace mucho la citada cadena me llamó para preguntarme sobre las
declaraciones de un prelado español. Lo hicieron antes del directo
“para saber cómo opinaba” y en otras ocasiones llegaron a recortarme
dentro de una frase grabada en diferido para hacerme decir lo que
pensaban. Si eres crítico, te incluyen; si dices un hecho real y
noticioso aun probado con documentos que no les gusta, como que “la
Pasionaria murió católica”, te silencian.
Pero bueno, estamos en un país libre y si uno quiere identificarse
con un medio o grupo mediático concreto, allá él. Mi comentario viene a
cuento sobre todo en torno a la figura del papa Francisco. Aborrezco
toda papolatría y comparto el reciente artículo de González Faus sobre
la moderación ante él. Tú sabes cómo he sufrido en mis tiempos de Vida
Nueva y Diario 16 el monolitismo ideológico impuesto en el pontificado
de Juan Pablo II y la auténtica dictadura eclesial que impedía la más
elemental libertad de información y expresión, por no hablar de “caza de
brujas”. Por tanto mi adhesión es siempre a Jesucristo, y a la Iglesia
en cuanto mediación e institución en proceso de conversión. Francisco,
como papa y como hombre, no escapa por consiguiente a las limitaciones
que el sucesor de Pedro ha tenido siempre en el transcurso de la
historia. El pescador mismo arrancó esta aventura desde sus fallos,
recriminados por el mismo Jesús en el mar de Galilea. Fuera pues
idolatrías lo que no está reñido con la adhesión y obediencia-
Por tanto lejos de mí canonizar a Francisco, y menos porque sea
jesuita o porque me sienta más cerca del estilo de Iglesia que
representa. Pero hemos de admitir que no deja de ser sintomático que
hombres como Gustavo Gutierrez, Leonardo Boff, José María Castillo y
tantos teólogos críticos abriguen esperanzas por la nueva imagen y
algunos pasos de su pontificado. En ese sentido Dios y la historia irán
diciendo.
Pero lo que no es de recibo es cerrar las puertas a toda posible
conversión de la Iglesia “oficial”, como pareces verter en tus últimas
posturas sobre la Teología de la Liberación, durante el último Congreso,
cuando dices:
Yo creo, sin embargo, que una teología que hace de la opción por
los pobres su imperativo categórico es difícilmente asumible por la
institución eclesiástica por varias razones: por el lugar social en el
que se ubica –los pobres, los movimientos sociales-, por la radicalidad
de sus opciones –interculturalidad, pluralismo y diálogo interreligioso,
diversidad sexual, lucha contra la pobreza estructural-, por la
revolución metodológica que implica al partir del análisis de la
realidad y de la praxis revolucionaria; por la crítica del poder
eclesiástico y de sus instituciones.
Esta postura me parece tan intransigente como la que tantas veces
hemos criticado de la jerarquía cuando se cierra al diálogo, y tan
maximalista como los que han defendido que en moral sexual no hay
“parverdad de materia”. Según tu dictado, la única solución para asumir
los principales postulados de la TL sería o fundar otra Iglesia o
salirse de ella, como cristianos por libre, rechazando de paso todo lo
que hay de bueno en tantos obispos, curas, monjas y cristianos anónimos
que quizás sin conocer ni por el forro a la TL intentan seguir de cerca a
Jesús de Nazaret, dentro de la limitaciones y fragilidad que todos
tenemos, tú y yo incluidos.
Gustavo ha sido recibido por Francisco. De alguna manera se le ha
rehabilitado en L’Osservatore. Parece que Boff cuanta también con las
simpatías del Papa. El proceso de Romero ha sido desbloqueado. Por sus
declaraciones en el avión se diría que hay buenas noticias para la
comunión de los divorciados y la reforma de la curia está en marcha. Que
lo del celibato no será fácil y lo de la ordenación de la mujer quizás
imposible, de acuerdo. También que hay en puertas otras canonizaciones
para compensar. Todos sabemos que una maquinaria de siglos tiene
movimientos paquidérmicos. Pero no cerremos la ventana entreabierta ni
apaguemos el pábilo vacilante. Que no se diga de ti que te has
acostumbrado tanto a ir a la contra que ya no te encuentras a ti mismo
entre los que apoyan a un obispo o un papa, aunque se vaya a vivir a un
arrabal. En el proceso de vivir todo es relativo y de paso. ¿Recuerdas
que hasta nuestro admirado Juan XXIII quiso con una carta imponer el
latín?
Bueno, eso es lo que me pide el corazón y te lo cuento. Gracias por
leerme y que esto, escrito desde el aprecio y el respeto, no empañe
nuestra vieja amistad.
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