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viernes, 19 de abril de 2013

¿Las mujeres presbiteras, que piden a la Iglesia institucional? Olga Lucia Álvarez Benjumea ARCWP

Buena pregunta.
En Justicia: ante todo, solicitamos, se tenga presente en todo momento en forma insoslayable, el valor infinito del Bautismo, el cual es igual para todos/as, en su dimensión divina.
El Canon 1024 de la Iglesia jerarquica, nos margina como mujeres, ya que dice que solo los varones pueden recibir válidamente el Sacramento del Orden.
En la Iglesia institucional y según consta en las partidas de Bautismo, que se nos han expedido, las mujeres también hemos sido bautizadas, haciéndose uso del mismo rito bautismal, con que se bautiza a un varón. Asistiendo de testigo, la comunidad parroquial, que representa la Iglesia Pueblo de Dios.
“No hay judío, ni griego, no hay esclavo, ni libre, no hay hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
En Justicia: se debe reconocer, el caminar de la Iglesia Pueblo de Dios, en las primeras comunidades, sostenidas, mantenidas y organizadas por mujeres. Empezando, por María, la Madre de Jesús, quien le apoyó en su propuesta liberadora, siguiendo María Magdalena, Marta, María, la de Cleofás, prima de María de Nazareth, Susana, Juana, mujer de Cusa y otras más. (Lucas 8:3). Lidia, conocida como la vendedora de púrpura (Hechos 16:12-15), Las cuatro hijas de Felipe (Hechos 21:9), Febe, la diaconisa de la Iglesia de Centrea, (Romanos 16:1-2), Priscila (Romanos 16:3), Julia o Junia (Romanos 16:7). De todas estas mujeres, hemos escuchado hablar, y seguro, habrá muchas más.
En Justicia: mientras el varón necesita de la certeza, del ver para creer, como en el caso de Tomás (Juan 20:19-31). Se nos reconozca que a las mujeres en el proceder de los asuntos relacionados con la Esencia Divina, nos basta la clave del AMOR! No en vano, las mujeres fueron las primeras en anunciar y comunicar como testigos, la Buena Noticia(Juan 20:17)
En Justicia: en nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo pedimos nos dejen trabajar en el Gólgota, es allí donde conocimos la redención Divina y de manera inexplicable es allí, donde todos los días, se crucifica, martiriza, margina, oprime, rechaza a los inocentes, hombres y mujeres, por diferentes ideas, opiniones, racismo, pobreza, orientación sexual, Negando e ignorando cada vez la UNIDAD! (Juan 17:21).
Somos conscientes que esto es un derecho de filiación, ya que hemos sido salvados/as por la misma muerte y resurrección y nuestro compromiso ineludible, es compartir esta Buena Nueva; la meta es sin fronteras! (Mateo 28:18-20)
En Justicia: no creemos que por anunciar el Evangelio, como mujeres ordenadas merezcamos la “Latae sententiae”, siendo miradas de arriba abajo, como seres extraños, a las/os que no se les debe acoger, sino echar, burlar, difamar, ridiculizar, dentro de cualquier grupo humano, llamado “católico” cristiano. Asimismo creemos que antes de condenarnos merecemos ser escuchadas/os por quienes nos juzgan y deciden qué hemos de hacer o no hacer sin consultarnos en ningún momento. El Espíritu puede también hablar por nosotras, no se puede perder esa voz. (Juan 10:27)
En Justicia, rechazamos la “Delicta Graviora” revisada en el 2001, donde se coloca, la ordenación de las mujeres en el mismo nivel de los graves crímenes de la pedofilia del clero, lo cual consideramos como un gravísimo insulto a nuestra dignidad.
Nuestras “pretensiones” no son de poder, sino de JUSTICIA sirviendo en la Iglesia, para la Iglesia, con la Iglesia Pueblo de Dios. Liberando de los miedos, sanando de las injusticias y opresiones tanto de la sociedad como de la religión, curando en comunión, al pobre, al rechazado, marginado, por su condición sexual. Siendo la Eucaristía, una medicina, es contradictorio negarla, a quien verdaderamente la necesita, que con hambre y sed de justicia, se acerca a buscarla!
Aquí lo prioritario no es el género, ni situación civil, ni orientación sexual, sino el servicio a los hijos e hijas de Dios, de una manera inclusiva.
Nuestro movimiento crece cada vez más, no somos la “iglesia de las mujeres”, ni otra “iglesia”. Cada vez tenemos más candidatas/os solicitando su ingreso y formación.
Como discípulas y discípulos, creados/as a imagen de semejanza de la Divinidad, pero diferentes, seguiremos ANUNCIANDO la Buena Nueva, en la Iglesia, con la Iglesia, desde la Iglesia.
“Los hicieron entrar para que comparecieran ante el Consejo de Ancianos, y el sumo sacerdote les preguntó: No les prohibimos terminantemente enseñar en nombre de ése? Y sin embargo han llenado Jerusalén con sus enseñanzas y además quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre.
Pedro y los apóstoles respondieron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados ha RESUCITADO a JESUS, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado a su derecha como Príncipe y Salvador, para dar a Israel la ocasión de arrepentirse y de obtener el perdón de los pecados. Nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen somos testigos de todo esto.
Hicieron llamar a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Ellos salieron alegres de haber merecido tales injurias por causa de aquel nombre. Y día tras día, tanto en el templo como por las casas, no cesaremos de enseñar y anunciar que Jesús es el Mesías.” (Hechos 5:27-32; 40-42)
Por ser bautizados y bautizadas, todo lo que suceda en la Iglesia es responsabilidad y nos compete a TODOS/AS. Esto, no es solo determinación del Papa, ya él tiene demasiado peso sobre sus hombros, a él, es preciso, ayudarle,es tarea de toda la Iglesia, incluidos, laicos, religiosas/os sacerdotes, obispos y cardenales, quienes debemos estar en involucrados. Ante esta situación, Jesús nos lo deja entrever muy claro y por algo lo repite dos veces en el Evangelio de Mateo, como si quiera decirnos: “ la ordenación de las mujeres, no es de responsabilidad de la Esencia Divina, como se ha venido diciendo, en Mateo está muy claro, lo que pueden hacer”:
“TE DARE LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS; LO QUE ATES EN LA TIERRA QUEDARÁ ATADO EN EL CIELO, Y LO QUE DESATES EN LA TIERRA QUEDARÁ DESATADO EN EL CIELO”.
(Mateo 16:19 y Mateo 18:18).

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