Señor Presidente, recibo dos tardes a la semana a pobres de solemnidad que necesitan asesoramiento legal en sus penas negras. Pertenezco a un comité de juristas de Sevilla que junto con otras cuarenta personas voluntarias realizamos un trabajo de atención directa, de actuaciones jurisdiccionales y de defensa de los derechos civiles. Solo recibimos – por supuesto sin cobrar ni recibir subvenciones públicas- gentes abatidas, despreciadas, machacadas.
El mismo día en que se publicaba por orden suya el total de sus ingresos recibí a Matilde A.M., de 26 años, madre de tres niñas la mayor de 6 años, sin ingreso alguno, a la que su marido había abandonado para “irse con otra” y quien la entidad sucesora de Cajasol echaba de su casa al haberse quedado en subasta judicial con su piso.
No puedo menos de alegrarme al saber que usted cobró el año 2011 la cantidad de 240.000 euros y que desde que es presidente del gobierno cobra 75.000 euros aunque los ciudadanos españoles corremos, además, con todos sus gastos. Cobra usted, señor presidente, 75 mil veces más que una de sus ciudadanas, Matilde. Cobró usted 240.000 veces más en 2011 que esa misma ciudadana. El líder del primer partido de la oposición cobro 67.000 veces más que Matilde. Es de izquierdas.
Acaba usted de decirle a un periodista inglés, pues siempre es mejor vestirse en Londres, que ciertamente no ha cumplido sus promesas electorales en virtud de las cuales fue elegido y preside el gobierno del Reino de España. Añadió como aclaración que ha cumplido su deber. Tampoco su antecesor, de izquierdas, Como soy viejo esa letra, con otra música, la del NODO, se la oí al Generalísimo Franco que también cumplió con su deber aunque no sus promesas electorales, porque solo lo había elegido la gracia de Dios.
Tampoco su antecesor, de izquierdas él, cumplió sus promesas electorales (me refiero claro el Sr. Rodríguez Zapatero). Cumplir el deber en una democracia debe estar conectado a las promesas en virtud de las cuales se ostenta el poder. Matilde también cumple su deber de resistir, de cuidar sus niñas, de ir a “Entre amigos” y a Caritas y al comité que presido para que le paguen la luz, la comida y que la tratemos de defender de esas entidades a la cuales usted y sus ministros sanean.
Las sanean tanto que a Matilde acaban de inscribir su piso como propiedad de una de ellas en el Registro de la Propiedad. Pero la entidad, construye por cientos de millones, en Sevilla la Torre Pelli, una especie de Giralda atea, por si no le ha informado el señor Zoido, que como el juez Garzón, transita de estrados a corporaciones con gran elegancia, por supuesto que en garantía de la independencia judicial.
En Matilde y en las entidades bancarias, señor presidente, pensaba Isaías, también elegido directamente por Dios, cuando afirmó “¡Ay, los que juntáis casa con casa y campo con campo anexionáis hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país¡” sin duda tras haber leído la Ley del Suelo del inolvidable don José María, Aznar por supuesto, que embarazó la adarga y el escudo hasta que el Banco Malo se quedó con todo. Cual si Isaias fuera editorialista del Financial Times escibió “¡Han de quedar desiertas muchas casas; grandes y hermosas, pero sin moradores¡”. Como la de Matilde, señor presidente.
A los pobres a quienes atiendo no les queda nada, no les quedará nada. Tengo muchos años y sé, porque soy cristiano, que si nosotros no nos alzamos, quedaran aplastados por los constructores de la Torre Pelli, por los Bárcenas, los Antonios Fernández, los Sepúlvedas , los ERES del gobierno andaluz, las comisiones catalanas y los pokemones gallegos. Lo sé. Pero no nos destruyen, nos alzamos y resistimos. Hoy está de moda hablar de que Dios es amor y la religión, la católica y otras de identica raíz, parecen supermercados de una estúpida deidad que no oye el clamor de los pobres y que es feliz escuchando canciones memas sobre lo que nadie ha visto ni puede ver.
Pero el Dios que está en la historia hizo cantar sin vacilar a los poetas que escribieron el salmo 137: “Princesa Babilonia, condenada a la ruina, a quien te pague el mal trato que nos diste, ¡¡felicidad¡¡. Felicidad a quien agarre a tus niños para estrellarlos contra los peñascos,¡¡felicidad¡¡. Babilonia era el imperio, el poder, los mercados. Los niños que gritan hoy ese salmo son los de Matilde, señor presidente.
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