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viernes, 28 de diciembre de 2012

Inocentes en la Iglesia y el reto de Rouco

Religión digital

José Manuel Vidal
 
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Hace bien la jerarquia eclesiástica, empezando por el Papa, en denunciar que nuestro mundo sigue siendo una fábrica de víctimas inocentes. Inocentes por millones, causados por las guerras, el hambre, las enfermedades, la esclavitud, la explotación o el aborto. Inocentes cuyos gritos llegan a los oídos de Dios. Inocentes que buscan acogida, compasión y misericordia en la Iglesia. Y, en numerosas ocasiones, las encuentran. Y el Dios de los Inocentes tiene que sentirse orgulloso de la labor de su Iglesia.
No debe sentirse, en cambio, tan orgulloso al ver que la propia institución cae y peca en eso mismo que denuncia. Al constatar que también en el seno de la Iglesia hay víctimas. Hay Inocentes que sufren por los pecados de sus miembros, de sus dirigentes y de sus estructuras injustas, que algunos se resisten a cambiar. Citemos sólo algunas de esas víctimas.
Víctimas eclesiales inocentes son las mujeres, relegadas, marginadas. Hermanas e iguales en teoría, pero alejadas, en la práctica, no sólo del altar, sino de muchos de los servicios con los que vive y se sustenta la comunidad. Un pecado y un escándalo, que ya nos está pasando factura.
Víctimas eclesiales inocentes son los niños abusados por las manzanas podridas del clero, hasta no hace mucho "tapadas" por sus respectivos obispos en una estrategia vil y pecaminosa de silenciamiento y encubrimiento que clama al cielo. Gracias al Papa-barrendero de Dios, ésa dinámica se ha roto y en la Iglesia se camina hacia la tolerancia cero en este ámbito.
Victimas eclesiales inocentes son los teólogos, a los que la institución se les hace intelectualmente inhabitable, a los que se persigue, se señala y se pone en el ojo dell huracán...Marciano Vidal, nuestro mejor moralista, lleva años en silencio forzado. A Andrés Torres Queiruga, uno de nuestros mejores teólogos, se le intentó desautorizar públicamente...A Juan José Tamayo no le dejan hablar en lugares eclesiásticos, aumentando su fama y su notoriedad...José Antonio Pagola sigue en entredicho por un libro que tanto bien está haciendo a tantos...Y asi, otros muchos. Los grandes teólogos, los mejores, callan y esperan tiempos mejores. Y la institución desperdicia y malgasta sus talentos y sus recursos...
Se ha instaurado un clima de miedo en la Iglesia católica española. Un clima insano, paralizante, que no permite aunar esfuerzos para lanzarnos todos juntos a esa tan cacareada y urgente nueva evangelización. Sumando sin restar. Mientras los provinciales y los superiores y los propiso obispos estén pendientes del telefonazo de Añastro no podrán ser libres ni promover la sana libertad de los hijos de Dios entre sus curas, frailes, monjas y fieles. Y se extiende la autocensura y la niebla del miedo lo recubre todo...
Miedo, a veces, autoinducido por los cuadros medios, casi siempre trepas,que creen así responder mejor a los deseos de sus "jefes".
Una dinámica del miedo que sólo se puede romper por medio de una numerosa "rebelión" de curas, frailes y monjas, al frente del pueblo de Dios. O por un numeroso grupo de obispos que sean capaces, en conciencia, de primar la libertad por encima de sus propias carreras. Y denunciar lo obvio y pedir un cambio urgente.
O, mejor aún. Creo, y asi lo digo, que sólo hay una persona que, si quiere, puede cambiar de un plumazo este clima de miedo (unas veces provocado y otras, inducido): el cardenal Rouco Varela. Sólo él, el vicepapa español, la máxima autoridad reconocida por sus pares, puede inaugurar una nueva etapa de confianza, ilusión, libertad, compasión y misericordia en la Iglesia española.
Y no le costaría mucho. Sólo tiene que proponérselo y dejarlo claro en la próxiam Plenaria episcopal. Todavía le queda tiempo para eso. Si el modelo es el cardenal Meisner, de Colonia, le quedan aún unos cinco años. Tiempo suficiente para confiar en los prelados que no quieren hacer carrera (que también los hay) y orillar a los trepas y a los que, siempre que se acercan a él, es para preguntarle de palabra o con la mirada: "¡Qué hay de lo mío!"
Si se lo propone, es capaz de hacerlo. Es el unico capaz de hacerlo. Y dejaría, tras su marcha, no sólo el recuerdo de la triunfante JMJ (que también), sino una Iglesia española encarrilada sobre las vías de la unión que hace la fuerza, del prestigio recobrado y de la confianza social recuperada. Ése es, a mi juicio, señor cardenal, su gran reto de cara al 2013 y sucesivos. ¡Qué Dios le dé fuerzas! Y cuente con nosotros en ese empeño.

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