ecleSALia 22
de noviembre de 2012
"PREMIO ALANDAR 2011"
MIGUEL
ÁNGEL MESA, arumami@hotmail.com
MADRID.
ECLESALIA,
22/11/12.- Cuando
creíamos que los jóvenes ya habían perdido toda conciencia social, que estaban
alejados de la realidad, y no se preocupaban más que de pasárselo bien, asistir
a conciertos y pasar de todo en los botellones del fin de semana, nos dejaron
con la boca abierta durante los acontecimientos del 15 de mayo del año pasado.
A
partir de ahí, todo ha sido una concatenación de acontecimientos: la
profundización de la crisis, el desmantelamiento paulatino y acelerado del
incipiente estado del bienestar, que empezábamos a disfrutar en España, los
recortes inhumanos en cuestiones tan necesarias para los más humildes y
desfavorecidos como la sanidad, la educación, las ayudas para los parados, los
desahucios inmisericordes, la reducción drástica de los fondos a la cooperación
internacional, etc., etc.
La
crisis está provocando, por una parte, un gran desánimo en la población, a la
vez que una pérdida de esperanza en el futuro. Y ya se sabe que un pueblo sin
esperanza, es un pueblo destinado al fracaso en todos los sentidos. Un ejemplo
lacerante es la emigración cada día mayor de miles de personas, en especial de
los jóvenes, hacia otros países de Europa principalmente, para poder gozar de
un porvenir más digno que el que se vislumbra en nuestro país.
Por
otra parte, la crisis es también una oportunidad de crecimiento. Sabemos que
esta crisis no es algo transitorio, sino que está en las entrañas del actual
sistema político y económico que impera en el mundo. Tardará más o menos en
caer, nos seguirá trayendo innumerables sufrimientos, pero estamos empezando a
contemplar la espectacular caída del capitalismo, del neoliberalismo, de una
forma de entender el mundo como el “sálvese quien pueda”, que provoca
diferencias cada vez más abismales entre ricos y empobrecidos, en un planeta
devastado para el beneficio de las grandes multinacionales.
No
obstante, en nuestro país, a raíz de esta crisis y los recortes que comenzó a
aplicar el gobierno anterior y está profundizando despiadadamente el actual,
han ido surgiendo multitud de réplicas desde distintos colectivos, profesiones,
edades. Con distintas formas de lucha, desde las más tradicionales, hasta las
más creativas y diversificadas.
A
pesar del temor de millones de personas a perder el empleo, a ser señaladas, a
enfrentarse a los distintos grupos de poder, políticos y económicos, se está
perdiendo poco a poco el miedo en muchos de estos grupos, en muchas personas. Y
aquí está ya presente la semilla del éxito ante tanta barbarie. Las muestras
son infinitas, en cada sector afectado por la crisis, ampliada por la sumisión
del ejecutivo a las directrices de la troika, del BCE o el FMI, para realizar
los recortes que le “recomiendan” realizar en contra de la población,
especialmente la más vulnerable.
Y
estas luchas sociales y políticas se están realizando, en muchos casos, desde
una nueva sensibilidad que desentumece las mentes y los corazones, dominados
por el egoísmo y el individualismo. Está naciendo una nueva forma de entender
las relaciones humanas, la solidaridad, la unión de unos con otros para
alcanzar fines comunes. Se están produciendo verdaderas “conversiones”, como se
diría en un lenguaje religioso. Y esto conlleva una nueva espiritualidad, una
nueva mística, una nueva calidad humana.
La
preocupación y solidaridad por los demás, por los que más sufren, por la gente
desahuciada de sus casas, por los inmigrantes sin derecho a la sanidad pública,
por los países empobrecidos, está haciendo crecer una nueva conciencia social
que, a la vez, no puede más que suponer una transformación personal.
El
cuidado hacia el otro está en la entraña del ser humano. Y cuando nos ocupamos
y nos desvelamos por el caído en el camino, crecemos en humanidad, en dignidad,
en plenitud personal. Nos desarrollamos como personas, como miembros de una
colectividad de la que nos sentimos responsables.
Sí,
estamos dando a luz una nueva conciencia, aunque sea entre dolores de parto.
Más solidaria, más ecológica, más gozosa, más profundamente humana. El miedo
está dando pasos hacia atrás, y está surgiendo, poco a poco, un hombre y una
mujer nueva.
No
sé si será un optimismo ilusorio el que me embarga, en estos tiempos tan
convulsos y desalmados, pero prefiero pecar de ilusión, preñada de semillas
reales, que de abatimiento y desesperanza. (Eclesalia Informativo autoriza y
recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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