El primer “indignado del Nuevo Testamento, juntamente
con Juan el Bautista fue Jesús de Nazaret.
Los tres evangelistas de los llamados
evangelios sinópticos, menos Juan, ponen este hecho de la expulsión de los
mercaderes del templo en las vísperas de la semana trágica que se avecina de su
condena, ejecución y muerte.
Es el mayor enfrentamiento que tiene el
maestro con el pueblo judío. Es como la gota de agua que colma la copa y
estalla.
Este enfrentamiento está servido y no es
con aquellos hombres, sino con el
sistema con se rige el Templo.
Daban más importancia al rito y a los sacrificios y, sobre todo, a las ofrendas, que a los hombres, cuando lo más importante éramos
nosotros, los hombres. Las auténticas piedras del verdadero templo. No de
piedras, sino de carne…
Lo que vale es lo que hagamos por el
hombre, no lo que hagamos por la Iglesia, como institución y como templo.
“Nosotros
somos las piedras vivas del verdadero Templo”
Jesús no pretendió perfeccionar
aquel templo, sino destruirlo, para, al tercer día, reconstruirlo
una vez resucitado. No de piedra sino en el Espíritu. De entonces ahora
ya no se orará ni en el Monte de Samaría,
ni en el Templo de Jerusalén, sino “en Espíritu y en verdad”.
Para Jesús el templo vivo es el ser humano. Así vivía y pensaba la
primitiva Iglesia, que carecía del templos e iglesias y se reunía en las casas,
en aquella iglesia “doméstica” y “familiar” hasta que, en el siglo III, en
tiempo del Emperador Constantino y
Elena, construyen las primeras catedrales y grandes santuarios, olvidándose que
los verdaderos templos que son los seres
humanos.
Y hasta que en la nuevas catedrales del la Edad Media
vuelven a correr el dinero, la riqueza y los tesoros…
Y en nuestros días volvemos a caer en
la trampa de lo que llamamos “Patrimonio Histórico”. Que ciertamente encierra mucho arte, pero dudo
nos aporte mucho a nuestra
fe y a nuestra vida religiosa. Porque si
así fuera los árabes y los Islámicos, nos ganarían por goleada…
El templo así se convierte en un “Negociete”
que nada tiene que ver con el Templo de Dios, como lugar de oración…
Y se trastoca así el
sentido del lugar de oración; donde
nos tendríamos que encontrar en el “Padre y con los hermanos”; porque a
decir verdad: “Todo parecido con la realidad es pura coincidencia”. Se termina confundiendo el fin con lo
medios.
Lo mismo que
cobrar determinados estipendios, por
servicios que deberían de ser gratis o, como mucho, depender de la libre voluntad o posibilidades de cada uno.
Por otra parte, somos bastante egoístas, cuando acudimos al templo para cubrir necesidades, plantear problemas y entonces, nos agarramos a la fe como si esto fuera el “Banco de los
pobres”, que está bien, pero que no sólo es eso sino lo convertimos también en
un mercado y mucho más cuando queremos
comprar “la Salvación”, porque la salvación “no se compra ni se vende” .La salvación , se
nos regala y somos nosotros los
que tenemos que conservarla y
guardarla como el tesoro escondido y la perla preciosa, que nos habla
el Maestro en el Evangelio.
“El no lleva en
cuenta nuestros delitos, sino que se alegra de bien que hacemos” Dice el salmista.
Sin querer podemos convertir el templo en una de “vendedores y cambistas”.
Esa no es la “Casa de Padre, la casa de todos” , porque
no tiene nada que ver con todo eso que a veces montamos.
Casa “acogedora” y”abierta”, donde a
nadie se le cierran las puertas, donde a nadie se le excluye y discrimina.
Casa donde podemos invocar a Dios como padre y vivir
todos como hermanos.
Casa que no sea un “cuento”, ni siquiera una “utopía”, sino un lugar donde nos sintamos todos
iguales.
·
Que no sea un
cuento.
·
Que no sea
una teoría.
·
Que sea una
realidad vivida y sentida.
·
No de un día
a la semana
·
No de pascuas
a San Juan.
·
Que sea el
vivir y el sentir de cada día
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