Jaume Flaquer
Benetton ha vuelto a escandalizar con su nueva campaña publicitaria, que incluye también el de Mahmud Abbas y Benjamin Netanyahu, o el de Barak Obama con el líder chino Hu Jintao. Publicitariamente ha sido un éxito porque todos los medios de comunicación se han hecho eco. Yo rechazo rotundamente la publicidad que busca el escándalo para evitar quedar disuelta entre los miles de anuncios que nos bombardean cada día. Recuerdo que encontré de muy mal gusto el beso de hace años entre un sacerdote y una monja en otra campaña publicitaria de Benetton.
Y sin embargo, ante el beso de Benedicto XVI con Ahmed Mohamed el-Tayeb, imán de la mezquita de Al-Azhar en El Cairo, mi primera reacción fue pensar: ¡ojalá fuese verdad! El escándalo publicitario es doble: En primer lugar por ver al principal líder cristiano “enamorado” del principal líder musulmán, y en segundo lugar porque el beso es homosexual, algo rechazado como inmoral e incluso enfermizo por parte de algunos documentos vaticanos y condenado a muerte o a prisión en muchos países islámicos.
¡Ojalá, pues, fuese verdad! Dudo mucho que Benetton siga de cerca las relaciones entre estos dos grandes dignatarios religiosos. Pero lo cierto es que Mohammed el-Tayeb fue invitado repetidamente por el Cardenal Tauran (Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso) a participar en el reciente encuentro por la paz en Asís, pero el imán la rechazó. En un reciente encuentro con el cardenal, nos confesó a un grupo de jesuitas, que el Gran Imán de Egipto rompió el diálogo con el Vaticano cuando éste condenó los ataques a una iglesia copta poco antes de la caída de Mubarak. El régimen se tambaleaba y esperaba apoyos desesperadamente. Mientras Mubarak buscaba ayuda en EEUU y Europa, el líder islámico lo buscaba en el Vaticano.
La condena de los atentados fue recibido como una traición al diálogo establecido desde la famosa carta “Una Palabra común” de 138 líderes islámicos dirigida al Papa. Es cierto que mientras la política exterior buscaba ayuda, la interior encendía la llama de la violencia interreligiosa para poder legitimar la presencia del ejército en las calles. Pero como la iglesia que sufrió los atentados no era católica sino ortodoxa, y el Patriarca Copto Ortodoxo (llamado también al-Bâba) nunca solicitó el apoyo del Papa, la intervención del Vaticano fue interpretada como una injerencia en los asuntos internos del país.
A raíz de aquél incidente, el diálogo entre la gran Mezquita de al-Azhar y el Vaticano sigue en punto muerto.
¡Ojalá, pues, se dieran un beso!
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