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lunes, 5 de septiembre de 2011

Ramona: muerte digna


Ramona: muerte digna
Gonzalo Revilla

Ramona Estévez se muere en un hospital de Huelva. Tiene 91 años, un derrame cerebral, y se le ha retirado, por deseo de su hijo, la sonda nasogástrica en cumplimiento de la Ley de Muerte Digna. Lo lógico hubiera sido que Ramona abandonara este mundo en paz, sin más aspavientos. Pero por desgracia hemos montado alrededor de su muerte un debate crispado, absurdo, moralizante… y así le estamos arrebatando la dignidad que deseaba.
¿Qué nos ocurre con la muerte? ¿Tan extraño nos parece que con 90 años una mujer se nos muera? ¿Pretendemos tenerla sondada, en coma vegetativo, encamada, sólo para que nuestras convicciones morales sobre la vida y la muerte tengan sentido? Es una locura. Se que el debate está abierto en la sociedad. Se que el debate está abierto en la Iglesia. Pero no me parece lógico que ese debate se haga sobre el lecho de muerte de una anciana, arremetiendo con crueldad contra la familia, enarbolando la moral como un maza…
La Iglesia, como institución, se ha atricherado en posiciones absurdas. Me consta que al interior de la misma Iglesia hay un debate más sereno y más sensato, más científico. Y me consta que muchos creyentes no pueden entender ni asumir este dogmatismo cerril y arrollador. Pero lo cierto es que la posición “oficial” de la Iglesia causa perplejidad, rabia y dolor. Y esa no puede ser la Iglesia de Jesús. Un persona se muere, unos familiares han tomado la dolorosa decisión de no prolongar inútilmente su vida, de no sumarle sufrimiento estéril. Y lo único que se nos ocurre, como Iglesia, es levantar una polvareda doctrinal, y soliviantar innecesariamente a los sectores más reaccionarios de este país, deseosos de encontrar una causa con la que rellenar su periódicos y sus tertulias.
Ramona Estévez se muere en un hospital de Huelva. Lo lógico hubiera sido dejarla morir en paz. Acompañar a sus familiares. Entender la muerte como parte de la vida. Serenar. Mirar al cielo con esperanza. Pero no: la moral se convirtió, una vez más, en una pasada losa.
Por mi parte: todo mi apoyo para la familia de Ramona, como creyente, como ciudadano, como ser humano. Y el deseo de que no se vuelvan a repetir estos lamentables espectáculos mediáticos sobre el lecho de un moribundo

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