Sembró buena semilla
Mt 13,24-43
Por lo general, no somos conscientes de la influencia que ejerce en nosotros "la sociedad adquisitiva" en la que vivimos.
No nos damos cuenta hasta qué punto el tener, el adquirir, el poseer van configurando toda nuestra persona, empobreciendo nuestro ser más rico y profundo.
En su penetrante análisis "¿Tener o Ser?', E. Fromm ha descrito con lucidez cómo el "tener" va sustituyendo al "ser" en la experiencia cotidiana del hombre contemporáneo.
Para muchos niños, aprender no es abrirse a la vida e interesarse por un mundo siempre nuevo, sino almacenar datos para guardarlos cuidadosamente en sus notas o retenerlos en su memoria.
Para muchas personas, el saber se limita a "tener conocimientos". No viven creciendo en sabiduría y experiencia humana. Simplemente "poseen" una cultura.
Sin embargo, la fe no es algo que se posee, sino una vida que crece en nosotros. Jesús nos habla en sus parábolas de "la semilla que crece" y de "la levadura que fermenta la masa".La fe es orientación de toda nuestra persona hacia Dios. Es búsqueda, renacimiento constante, crecimiento interior, expansión en toda nuestra vida.
Quien ha entendido a Jesús sabe que no es lo mismo "poseer fe" que creer en El y caminar tras sus pasos.
Pese a la advertencia de Jesús, una y otra vez caemos los cristianos en la vieja tentación de pretender separar el trigo y la cizaña, creyéndonos naturalmente «trigo limpio» cada uno.
Sorprende la dureza con que ciertas personas que se sienten «creyentes» se atreven a condenar a quienes, por razones muy diversas, se han ido alejando de la fe y de la Iglesia.
Pero creencia e increencia, lo mismo que el trigo y la cizaña de la parábola, están muy entremezclados en nosotros, y lo más honrado sería descubrir al increyente que hay en cada uno de nosotros y reconocer al creyente que late todavía en el fondo de bastantes alejados.
No deberíamos olvidar las palabras del Vaticano II: «En esta proliferación del ateísmo puede muy bien suceder que una parte no pequeña de la responsabilidad cargue sobre los creyentes en cuanto que, por el descuido en educar su fe o por una exposición deficiente de la doctrina... o también por los defectos de su vida religiosa, moral o social, en vez de revelar el rostro auténtico de Dios y de la religión se ha de decir que más bien lo velan».
No me siento mal entre increyentes. Creo que Dios está en ellos y cuida su vida con amor infinito. No puedo olvidar aquellas palabras tan consoladoras de Dios: «Yo me he dejado encontrar de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes no me buscaban. Dije: "Aquí estoy, aquí estoy" a gente que no invocaba mi nombre» (Isaías 65,1).LEER MÁS
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