"Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen" (Mt 2, 18).
Estamos ante un hecho de hace veinte siglos, según el evangelista Mateo, que se hace eco, a su vez, de lo que, siglos atrás, dijera el profeta Jeremías.
Estoy convencido de que, si hay algo que nos estremece a la gente, en general, es el sufrimiento, el dolor y la muerte, infringidos a los más pequeños, debido a su total y absoluta indefensión. Aunque, por extensión, podríamos ampliarlo, también, a todas las personas inocentes, independientemente de la edad.
Las mismas muertes, con semejantes víctimas e idénticos victimarios, eso sí, en distintas circunstancias y con nombres diferentes, continúan existiendo en una sociedad que, en teoría, protege los derechos de todas las personas, haciéndolo, de manera especial, con los de los niños, los pequeños y con los de quienes son considerados más débiles, vulnerables e inocentes.
Podríamos hacer, ahora, una larga lista sobre cuáles son estos pequeños e inocentes que la configuran. Baste recordar, en primer lugar, las víctimas vicarias a manos de uno de los progenitores, normalmente el masculino. También la explotación sexual que padecen muchos niños y niñas, en diversas partes del mundo. Y, por supuesto, el tráfico que genera la venta de los órganos, extraídos a tantísimos de ellos, después de haberles causado la muerte. Y, no digamos ya, la desnutrición, con todas las secuelas que ello llega a provocar, producida por el hambre y la miseria que millones de niños y niñas padecen, sobre todo, en las zonas más deprimidas del planeta. Sin olvidar, la incultura y el analfabetismo crónico que los convierte en víctimas y en presas fáciles de todo tipo de abusos en el presente y en el futuro. Y, qué decir de los niños-soldado que nacen y crecen en medio de una violencia estructural, condenándolos, desde su más tierna infancia, a convertirse en protagonistas activos de semejante barbarie.
También, cómo no, los que son considerados como los instrumentos más adecuados para ejercer trabajos en minas y en excavaciones profundas.
Y, por último, mencionar a los niños y niñas que malviven en la calle, expuestos, en todo momento, a los abusos más inverosímiles por parte de personas sin entrañas.
Dicho esto, mi intención, en este momento, no es hablar o debatir sobre todo lo anterior, sino refrescar y traer a colación, aprovechando la efemérides bíblica, la masacre que se está llevando a cabo en los lugares, donde, precisamente, se produjo entonces, hace veinte siglos, la matanza de los "Santos Inocentes": Palestina.
Pero, dado que, sobre ello se ha dicho mucho y continúa hablándose aún más, amén de las crudas imágenes que nos brindan los medios audiovisuales, lo que pretendo, sencillamente, es poner encima de la mesa algunas cifras, de las que diferentes medios de comunicación se han hecho eco. Claro que, dado que se trata de niños y, por ende, de algo no productivo, también las cifras varían, lamentablemente y por desgracia, dependiendo de su proclividad hacia la potencia imperante.
Si nos atenemos a lo expresado por el Comité sobre los Derechos del Niño, en el plazo comprendido entre el 7 de octubre de 2023 y el 10 de setiembre de 2024 murieron en Gaza 16756 niños, víctimas de la guerra. Ahí está la cifra que, según una gran parte de la sociedad, supone un genocidio infantil sin parangón. Claro que, para los victimarios, no son más que hijos de terroristas extremadamente peligrosos, víctimas colaterales del castigo infringido a un pueblo terrorista o, si lo apuramos un poco, futuros terroristas en potencia.
Después de esto, a un servidor no le sale de dentro, con harto dolor de su corazón, otra pregunta, con aire de profunda lamentación, que no sea: "Señores, hay quién dé más?"
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