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miércoles, 23 de agosto de 2023

¿QUÉ SOMOS? Domingo XXI del Tiempo Ordinario 27 de agosto Mt 16, 13-20f

col lozano art

 

fe adulta

La gran pregunta del ser humano –a la que han intentado responder todas las mitologías, religiones y filosofías– es la que se refiere a su identidad: “¿quién soy yo?”.

En realidad, desde una comprensión profunda, la pregunta se desdobla para dar razón de la paradoja que nos constituye: en el nivel psicológico indagamos sobre nuestra personalidad y nos preguntamos quién soy yo; en el plano profundo (espiritual) nos abrimos a nuestra identidad y nos preguntamos qué soy yo.

La respuesta de Pedro a Jesús –“Tú eres el Hijo de Dios”–, más allá del contexto teísta en que se produce, apunta a nuestra identidad, por lo que resulta válida para todo ser humano. Lo que es Jesús lo somos todos, aunque –como señala Javier Melloni– “nos da miedo reconocerlo”.

En nuestra personalidad somos todos y todas diferentes; la identidad, sin embargo, es una y compartida. Somos -toda realidad es- consciencia pura, expresándose o desplegándose en formas (y personas) particulares.

Nuestra identidad, por tanto, no es “personal” –ahí estaríamos hablando de nuestra personalidad–, sino en todo caso “transpersonal”, en el sentido de que trasciende la forma concreta en la que nos experimentamos. Y en eso consiste la sabiduría: en captar-comprender la consciencia que somos y vivirnos desde ella en la forma personal y concreta de cada cual.

Esta es la comprensión no-dual. Si el evangelio no se expresa en ella -a excepción de algunos textos de Juan y del apócrifo de Tomás-, no es porque en aquel tiempo no hubiera un lenguaje no-dual apropiado, sino porque la tradición bíblica es dualista.

La comprensión no-dual, así como los textos en que se expresa, pueden encontrarse al menos seiscientos años antes de que se redactaran los evangelios: en India (hinduismo), en China (taoísmo) y hasta en Grecia (Parménides). Que la tradición bíblica sea dualista no quita nada a la sabiduría que contiene, ya que la comprensión no-dual permite hacer una “relectura” en consonancia con la experiencia vital de la persona que lee esos textos.

Somos “hijos e hijas de Dios”: uno con el Fondo de todo lo que es –“el Padre y yo somos uno”, dirá el evangelio de Juan–, plenitud de consciencia, de presencia y de vida.

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