Jaume Flaquer
La guerra en Ucrania deja de nuevo la triste imagen de dos países de mayoría cristiana matándose. En este caso, son dos países en los que la fe ortodoxa está profundamente arraigada pero donde se vive un verdadero cisma religioso, aunque sus límites no correspondan exactamente con los ucranianos de lengua autóctona y los de lengua rusa. Fundamentalmente, tenemos en el país un cisma entre la Iglesia ortodoxa sometida a Moscú (17%) y la reciente Iglesia ortodoxa del patriarcado de Kyiv (53%), declarada independiente en 1993, y reconocida por Constantinopla hace tres años. Significativamente, un 30% restante de ortodoxos no saben o no quieren definirse. Tenemos además una pequeña Iglesia en comunión con Roma que celebra en rito ortodoxo y otros pocos católicos de influencia polaca que celebran en rito latino.
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