FE ADULTA
Jesús enseñaba a menudo a base de frases breves, que se pueden memorizar fácilmente; por ejemplo: «El Hijo del Hombre no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores». Los evangelistas reunieron más tarde esas frases, agrupándolas por el contenido o por alguna palabra clave que se repetía. Para comprender la primera enseñanza de hoy («el que no está contra nosotros está a favor nuestro», conviene comenzar recordando lo que cuenta la lectura del Antiguo Testamento.
Los celos de Josué y la amplitud de miras de Moisés (Números 11,25-29)
Este episodio se ha elegido porque recuerda bastante a lo que cuenta el evangelio. Durante la etapa por el desierto, Moisés se queja a Dios de que el pueblo es muy numeroso para que pueda él encargarse de todos los problemas. El Señor le responde que elija a setenta ancianos; hará bajar sobre ellos el espíritu y le ayudarán a cumplir su tarea. Así ocurre. Dos de los elegidos, Edad y Medad, no se presentan (siempre hay gente despistada y que llega tarde o no llega), pero más tarde empiezan a profetizar en el campamento. Josué, indignado, pretende que Moisés se lo prohíba. Pero la reacción de este es muy distinta de la que imaginaba.
El deseo de Moisés no se cumplirá de inmediato. Lo recogerá el profeta Joel, que anunciará la venida del Espíritu sobre hijos e hijas, ancianos y jóvenes, siervos y siervas (Joel 3,1-2), Y se hará realidad el día de Pentecostés.
Los celos de Juan y la corrección de Jesús (Marcos 9,38-43)
Josué, aunque indignado, no se atreve a prohibir a Eldad y Medad que profeticen. Juan es distinto, más radical e impulsivo. Con razón les puso Jesús, a él y a su hermano, el sobrenombre de «los hijos del trueno»). Por eso, le impide actuar al que expulsa demonios en nombre de Jesús, y se lo comenta lleno de orgullo.
Jesús, en vez de elogiar esa conducta, les hace caer en la cuenta de que han actuado de forma poco lógica: quien hace un milagro en nombre de Jesús no hablará mal de él. Luego añade una enseñanza general. Frente a la postura de ver enemigos por todas partes, enseña a ver amigos: «Quien no está contra nosotros, está a favor nuestro.»
¿Por qué han actuado los discípulos de ese modo? Si relacionamos el evangelio con la primera lectura de hoy, el motivo serían los celos; con el agravante de que Josué le dice a Moisés que se lo prohíba, mientras que los discípulos se atribuyen el poder de prohibir, sin contar primero con Jesús. El fallo de los discípulos radicaría en ese celo injustificado y algo mezquino.
Sin embargo, conviene tener en cuenta otra posible interpretación. Los discípulos justifican su conducta aduciendo que ese individuo «no viene con nosotros». Según ellos, hay que excluir a todo el que no los acompañe.
Debemos recordar que Jesús era un predicador itinerante, acompañado de los doce, de un grupo de mujeres y de otros discípulos más. Este grupo, muy radical, había renunciado al domicilio estable, a la familia y a las posesiones. En el contexto de esta vida tan dura, de tanta renuncia para seguir a Jesús, se entiende la insistencia de Juan y los discípulos en que ese «no viene con nosotros». No ha renunciado al domicilio estable, a la familia, a las posesiones, pero se permite echar demonios en nombre de Jesús.
Otras enseñanzas de Jesús (Mc 9,45.47-48).
Como ocurre a menudo, el evangelista aprovecha un episodio para introducir otras enseñanzas breves de Jesús. En este caso encontramos una que completa lo anterior, sobre los amigos, y otras que desvelan quién es el auténtico enemigo.
El valor de un vaso de agua (9,41)
El episodio anterior terminaba con la enseñanza: “Quién no está contra nosotros está a nuestro favor”. Esta frase da un paso adelante. Habla del que toma una postura positiva ante los seguidores del Mesías, simbolizada en el gesto de dar un vaso de agua.
El peligro de poner trampas a otros y a mí mismo (9,42-48)
En griego, el sentido básico de «escándalo» es el de «trampa», la tendida en el suelo, que hace caer a una persona o a un animal. Si recordamos que la vida cristiana es un seguimiento de Jesús, un caminar detrás de él, se comprenden los dos peligros de los que habla el evangelio:
a) Poner trampas a los pequeños (9,42)
Estas palabras resultan enigmáticas, porque no queda claro a quién se dirigen. ¿Quién puede escandalizar? ¿Un cristiano, o una persona ajena a la comunidad (escriba, fariseo, saduceo, pagano)? ¿Quiénes son los pequeños que creen: un grupo dentro de la comunidad o todos los cristianos? La historia de la iglesia y la vida corriente demuestran que todos los casos son posibles. El tropiezo puede ponerlo una persona no cristiana, con sus críticas y ataques a Jesús y su mensaje. Pero también cualquier actitud nuestra, cualquier palabra, que aparta a otros del seguimiento de Jesús, de la forma de vida que él propone, cae bajo su condena.
El gran peligro del escándalo no son solo las revistas pornográficas, las películas violentas, la droga, sino tantas cosas que se aceptan con naturalidad dentro de la Iglesia (lujo, vanidad, ambición, prestigio), incluso a los más altos niveles. Los casos de pederastia, que tanto angustian ahora a la iglesia, son un ejemplo actual de ese escándalo de los pequeños que, por ese motivo, como ha recordado recientemente el Papa Francisco, han dejado de creer en Jesús.
Jesús deja muy clara la gravedad del pecado al hablar de la condena que merece: ser arrojado al mar con una enorme piedra atada al cuello. Se refiere a la piedra superior del molino grecorromano, que giraba tirada por un asno, un caballo o un esclavo. Tirar al mar o al río era un castigo especialmente cruel, ya que el cadáver quedaba insepulto, algo terrible en la mentalidad judía y griega.
Estas palabras tan duras plantean un serio problema: ¿carece de perdón el escándalo? ¿No basta el arrepentimiento y la penitencia, ni siquiera de por vida? Negar la posibilidad de perdón iría en contra del evangelio. Pablo, que fue motivo de escándalo para tantos cristianos, no fue arrojado al mar con una piedra al cuello. Entregó su vida a propagar la fe en Jesús.
b) Ponerme trampas a mí mismo (9,43-48)
Las diversas posibilidades las enumera Mc hablando de la mano, el pie y el ojo. Jesús ha dicho en otra ocasión que el peligro viene del interior del hombre. Ahora, esas tendencias negativas se ponen en marcha a través de lo que hacemos (la mano), del sitio al que nos dirigimos (pie), de lo que miramos (ojo). Sugerencias para hacer un examen de conciencia.
Para dejar clara la gravedad de lo que puede ocurrir, Jesús exhorta a cortar la mano o el pie, o sacarse el ojo. Estas palabras no hay que interpretarlas al pie de la letra, porque después de habernos cortado una mano y un pie, y habernos sacado un ojo, surgirían nuevas tentaciones y necesitaríamos seguir con la otra mano, el otro pie y el otro ojo. Y no entraríamos en la vida mancos, cojos y tuertos, sino ciegos y sin ningún miembro.
En el caso anterior, el castigo era sumergir en el mar; aquí, ir a parar a la gehenna, «al fuego inextinguible», «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga». La gehenna como lugar de castigo se basa en la tradición apocalíptica judía; el gusano y el fuego, en unas palabras del libro de Isaías. A los pintores y a los predicadores les han dado materia abundante de inspiración, a menudo desbocada.
Reflexión final
En pocas palabras da Marcos abundante materia de reflexión y de examen sobre nuestra actitud ante los demás y ante nosotros mismos: ¿excluimos a quienes nos van con nosotros, a quienes consideramos que no viven un cristianismo tan exigente como el nuestro? ¿Valoramos el gesto pequeño de dar un vaso de agua, o nos escudamos en la necesidad de grandes gestos para terminar no haciendo nada? ¿Pongo obstáculos a la fe de la gente sencilla o de los menos importantes dentro de la iglesia? ¿Me voy tendiendo trampas que me impiden caminar junto a Jesús?
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