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lunes, 14 de junio de 2021

¿Más sacerdotes u otro mensaje?

 

Faustino Vilabrille

Redes Cristianas

Una de las cosas en que más os habéis fijado los que tuvisteis la amabilidad de reflexionar y contestar por E-mail al Comentario del domingo pasado, es en la escasez de sacerdotes.
Una respuesta dice: “Si las Iglesias quedan vacías y no hay sacerdotes, quizá sea que el mensaje no llega a dónde debería llegar. La iglesia, todas, son multinacionales capitalistas que han conseguido el dinero vendiendo parcelas en el cielo y alguna otra cosa”… “ya ves, aproximadamente dos mil años de iglesia y predicando lo mismo, y todo sigue igual”…”vuestra fe a muchas personas, sobre todo jóvenes, nos suena a leyendas del pasado”.

Sobre la carencia de sacerdotes, queremos decir algo: Efectivamente llevamos dos mil años de cristianismo. Hubo etapas, como en la Alta Edad Media, donde era realmente grande la abundancia de sacerdotes. Pero en los últimos 10-15 años, su número disminuyó un 45 %, y más de la mitad de las parroquias del mundo ya no tienen una Eucaristía a la semana, y muchas Comunidades Indígenas solo una o dos al año.

Con las teologías, los rituales, y las leyes y exigencias que ha impuesto la Iglesia Oficial, no es posible cumplir lo que Jesús nos mandó: “haced esto en memoria mía”, porque el sacerdote:

-tiene que hacer estudios eclesiásticos.

-tiene que ser soltero.

-tiene que ser hombre, nunca mujer.

-tiene que estar aprobado y nombrado por el obispo, nunca por el pueblo.

-el obispo tiene que estar aprobado y nombrado por Roma, nunca por el pueblo.

Todas esas condiciones y exigencias no constan como establecidas por Jesucristo.

A pesar de ser uno solo el Evangelio y Jesús haber pedido que todos sean uno, hay interpretaciones, posiciones y comportamientos, a veces muy antagónicos, entre unos papas y otros, unos obispos y otros, unos sacerdotes y otros.

Todo ha estado , y así sigue, en manos de la jerarquía oficial: a los laicos, llamados “fieles”, durante muchos siglos, solo les tocó oír, ver, callar, sacar la cartera y no entender nada porque hasta el Concilio Vaticano II todo era en latín.

Todo eso hizo que la Iglesia se identificase con curas, obispos y papas, y no con el pueblo, que debía y debe ser su razón de ser.

Esa forma de ser y actuar, hoy ya no es de recibo. El mensaje de Jesús sigue siendo válido, pero tal cual es, sin manipularlo, sesgarlo, marginarlo en función de intereses particulares, ni fragmentarlo, que de esto hubo y hay mucho todavía, todo lo cual nos lleva a una pregunta muy seria: ¿QUÉ CLASE DE MENSAJE HEMOS TRANSMITIDO Y SEGUIMOS TRANSMITIENDO, Y COMO LO TRANSMITIMOS?

La consecuencia de todo ello es que no tenemos COMUNIDADES CRISTIANAS ADULTAS Y MADURAS, que sigan a Jesucristo y su mensaje aplicado y comprometido con la realidad concreta de nuestro tiempo, que generen ilusión, deseo de compromiso y personas preparadas para ejercer los servicios que necesite la Comunidad, como la celebración de la Eucaristía, la educación permanente en la fe de todos sus miembros, personas concretas que asuman voluntariados al servicio de la Sociedad en general y sobre todo hacia los más empobrecidos y especialmente los del Tercer Mundo que más lo necesitan, apoyados por la propia Comunidad en todos los aspectos.

Por tanto, ¿necesitamos más sacerdotes de Seminario o personas que surjan de las propias Comunidades Cristianas, adultas y maduras en la fe, hombres o mujeres indistintamente, casados o solteros, padres o madres de familia, refrendados por ellas mismas, con pleno discernimiento de la Comunidad, impregnada siempre de una mística de compromiso liberador integral como Jesucristo, y no de por vida sino por el tiempo que la Comunidad decida, pues como decían los latinos “assueta vilescunt”, lo que se repite reiteradamente se envilece? Comunidades que ayuden a todos sus miembros a “llegar al pleno conocimiento del Hijo de Dios, al estado de personas perfectas, a la madurad de la plenitud de Cristo, para que no seamos niños llevados a la deriva, zarandeados por cualquier viento de doctrina” (Efesios 4,9-14).

Lo que era el mensaje de liberación de Jesús, lo hemos reducido a una religión de ritos, con cuantiosísimos gastos en dinero y vidas, construyendo iglesias lujosas, catedrales, basílicas, conventos, monasterios…, mientras miles y miles de personas morían como esclavos en tiempos de Roma, como siervos de la gleba en la Edad Media o como proletarios explotados y extenuados en jornadas laborales de hasta 48 horas en la era industrial, incluidos niños arrastrando vagonetas de carbón en las bocaminas de Inglaterra, atados a ellas con cuerdas o cadenas, como recogen grabados aun de mediados del siglo XIX. ¿Jesucristo quiere esas construcciones o quiere que el verdadero templo sean las personas donde El habita?

Cuánto nos falta todavía por ser coherentes con el Evangelio y como consecuencia por mejorar en este mundo para que se cumpla el proyecto de Jesús de Nazaret: “yo he venido para que todos tengan vida y vida en abundancia”. Se trata de la vida en este mundo, y no de parcelas en la otra como nos decía el comunicado inicial, porque seremos dignos del Cielo en la medida que hayamos contribuido a la construcción de la Tierra. Es hora de abrir los ojos.

Fuentes de información: Teología del Laicado, de Yves Congar; El Evangelio Marginado de J.M. Castillo; Sueños de un Viejo Teólogo de Víctor Codina; Otro Mundo es posible y Necesario, ¿Cómo lograrlo? de Jorge Martinez; Manual de Historia Universal, tomo IV, de Vicente Palacio Atard.

Un cordial abrazo a tod@s.-Faustino

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