Pedro Aranda Astudillo, Fundador de la Corporación Gen.
Estar a la deriva es perder el timón, sólo al ritmo de las olas, de flujos y reflujos. Las olas del coronavirus no significan que se habría ido y vuelve a su contraataque “más fuerte”. Es el mismo virus que está entre nosotros, lo transportamos unos a otros: la “irresponsable” trazabilidad.
Si el Covid ha contagiado al día de hoy a 83,4 millones de personas y ha mandado a los cementerios a 1.8 millones ¿qué tan mortal es?, sí lo es para quienes no pudieron “zafarse” de él o quizás por tener otras patologías. ¡Gloria al personal de salud que de los 83.4 de millones infectados han rescatado el 81,6! Lo macabro del Covid son sus consecuencias colaterales: quiebras de empresas, de negocios, cesantías, confinamientos, libertades limitadas, el rostro humano enmascarado, de convertirnos en peligro de uno a otro, claustrofobias, etc.
Decimos que la humanidad ha mostrado su máxima vulnerabilidad no porque el bicho invisible lleve a la muerte, sino porque ahora en sus peaks de desarrollo científico tecnológico evidencia que la conciencia por la vida, el instinto natural de defensa, de conservación tan inherentes a nuestra esencia humana nos la hemos enterrado, lapidada, sofocada en el más diverso reinado del consumo, sociedad consumida por el consumo. Las fiestas clandestinas en todos los estratos sociales, las evasiones a las ordenanzas sanitarias, shopping obsesivos, el deslizamiento de las desconfianzas hacia las gobernanzas…
Qué decir de países de la OCDE, en particular como EEUU, el más azotado por el Covid que han debido reiterar sus confinamientos, que sus ciudadanías han salido a las calles contra las órdenes de sus gobiernos… nos impresiona un país tan disciplinado como Alemania, su Primer Ministro, Sra Merkel, ha tenido que enfrentar rebeldías populares por sus medidas restrictivas.
Estos países empoderados de sus culturas, han mostrado reacciones viscerales… y el mundo oriental no es menor, pese a sus dictaduras… Conjuntamente con sus crisis pandémicas ¡ostentan diversos tumores bélicos en sus mapas!
El famoso cuento del lobo muestra la incredubilidad de quienes lo escuchaban hasta que el lobo los ataque directamente ¿lo mismo nos pasa con el Covid? El mundo científico de la salud se ha “despestañado” por descubrir la vacuna pues los estragos son cuantiosos que nos deja el Covid. Sin embargo, las sospechas por la vacuna en las redes, lanzadas por personas que se presentan como científicos se han sumado al enrarecido mundo de las desconfianzas…
Los gobiernos tímidamente han debido declarar que la vacuna es voluntaria (¿no es lo mismo lo que pasa con el voto voluntario?) Si somos tan interdependientes socialmente, si este “Cuerpo Planetario” configura el Bien Común ¿cómo es posible someterlo a voluntades individuales?, ¿no basta un fósforo para incendiar miles de hectáreas? Más aún estas individualidades ¿no usufructúan de los bienes comunes?
Nuestra civilización atrofiada de conciencia, atrofiada de su espíritu de pertenencia radical a la madre naturaleza, ciertamente seguirá errante y sometida a toda pandemia. Si la educación fuera desarrollar conciencias los humanos podríamos volver a tomar el timón.
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