Dorothy Stang, religiosa de la congregación Notre Dame de Namur llegó a la región de Pará en el norte brasileño en 1972 y vivía en la localidad de Anapu junto a sus hermanas y por todos era conocida como Irmã Dorote.
Durante 30 años, trabajó con las comunidades de campesinos. En ese tiempo, pudo fundar 22 escuelas y un centro de formación de profesores. Su mayor preocupación era "La Esperanza", un programa de desarrollo sustentable en el Amazonas, que proyectaba repartir 130.000 hectáreas entre 600 familias campesinas.
Aquellos que se oponían a su trabajo en defensa de los sin tierra y por la preservación de la floresta planearon su muerte. Su trabajo le ocasionó el rechazo y el odio de los hacendados. Cuentan incluso que los ricos de Anapu celebraron su muerte. La noche del crimen los asesinos lanzaron bengalas y convidaron con cerveza a los habitantes de la localidad.
Según ellos era una monja que invadía tierras, una mujer que creaba desorden que era el mayor problema que tenía la región y que no era una santa porque era una mujer extranjera que quería mandar sobre ellos.
La hermana Dorothy había sido amenazada de muerte muchas veces. Ella era una de la lista de 140 personas marcadas para morir en Brasil. Su nombre figuraba al lado de conocidos obispos brasileños, como Pedro Casaldáliga.
Finalmente la asesinaron en el año 2005. Falleció, a los 73 años, con la Biblia en la mano, su única "arma".
Durante la misa de funeral celebrada en la selva, frente a la tumba de Dorothy, el sacerdote José López de Souza denunció que lo que pasó fue una muerte planificada. En esa celebración, plantaron a modo de despedida de su amiga y compañera, un brote de Mogno, especie de árbol en extinción en la selva amazónica. Todo un símbolo de dolor y de esperanza.
Dorothy Stang, fue testigo de la fe y de la justicia. Representa uno de los muchos ejemplos de fidelidad al Evangelio aplicada en el campo, junto a los más humildes, a los sin voz. Y se suma a todos los religiosos, sacerdotes, monjas, diáconos, laicos, “santos y santas populares” que en los últimos años han sido asesinados en el mundo en defensa de la Madre tierra y de los campesinos. Muchos cayeron defendiendo también a los pueblos indígenas: Paul McAuley, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, asesinado en la Amazonia peruana, o Dilma Ferreira da Silva, líder del Movimiento de los pueblos dañados por la construcción de represas, también asesinada en el estado brasileño de Pará, o el misionero comboniano Ezechiele Ramin, o Monseñor Alejandro Labaka, asesinado en Ecuador junto con la hermana Inés Arang, etc…
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