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viernes, 1 de enero de 2021

DE VERDAD

FE ADULTA

col gerardo

 

Estos días suena, de todas las formas posibles “feliz navidad”, “feliz año nuevo”. Perdonad, pero encuentro que decir estas frases es muy sencillo, pero suenan a hueco. Mi pregunta es ¿qué voy a hacer yo para que la vida le sea más feliz a los demás, a quienes se lo deseo, a mí mismo?

Yo diría más bien “que hagas feliz a tal persona.” Me ha gustado la postura del obispo Cañizares. En otras ocasiones me ha disgustado verle con sus ropajes y su capa de cola larga como cardenal. Hoy me alegro y le felicito: porque en su felicitación a los feligreses anuncia que va a dedicar parte de los bienes del patrimonio de su diócesis a los pobres. Obras son amores. Y además invita a los religiosos y religiosas a hacer lo mismo.

Ya es hora de pasar de las palabras a los hechos. Si deseo la paz, la felicidad a otras personas, ¿qué menos puedo hacer que colaborar a ella?

En principio felicitar a una persona es invitarle a reconocer que ya es feliz y por lo tanto a vivirlo. En el fondo, nos ocurre igual que en nuestro saludo litúrgico “el Señor esté con vosotros” ¿Cuándo vamos a cambiar y reconocer que ya está?

Me suena hueco muchas veces el hablar de la navidad y los pobres. Podemos contentarnos con expresiones huecas. Una invitación al realismo… Me resuena aquella norma de “pagar diezmos y primicias”. Ante la Covid y las consecuencias tremendas que va a traer a los pobres, bueno será si retomamos esa vieja y sabia costumbre de entregar los diezmos a obras de justicia y caridad.

Partiendo de la clase media, creo que ese mensaje ya lo cumplimos en la realidad o lo podemos cumplir sin gran extorsión. Puede ser el diezmo de nuestro sueldo, de nuestras posesiones, de nuestros ingresos. Y fenomenal si esos ingresos ayudan a crear fuentes de trabajo.

Me encantaría que en lo sucesivo, la iglesia y los cristianos, cuando hablemos de los pobres sea siempre con hechos reales, no solamente con palabras.

Y por supuesto, podemos empezar por quitar aquello que es una muestra de poderío y que no sirve sino para otorgar honores a las personas: mitras, báculos, traje de cardenal capas elegantes, palios… Tenemos ahí un manantial enorme del que sacar fondos para resolver la miseria de los descartados.

Si nos convencemos y empezamos a realizar alguna de estas acciones, vamos a ser felices nosotros mismos con la bienaventuranza que nos anuncia Jesús: “cuánto más felices seríamos si nos contentáramos con poco”.

Comparto mi alegría, que siento estos días, porque alguno de mis “antiguos hijos que vivieron unas temporadas conmigo”, me felicitan y se acuerdan de llamarme y ofrecerme su ayuda.

Que hagamos feliz a alguien.

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